Que su padre sea Osvaldo Doimeadiós ya no es un peso. Lo era cuando Andrea estudiaba en la Escuela Nacional de Arte y todo el que la rodeaba los comparaba. Pero, pasada la siempre difícil adolescencia, se enorgullece de su intrepidez. Sabe que «ser hija de alguien tan grande y decidir ser actriz es un acto de valentía», a pesar de que, como decía Nathy Peluso, la sociedad te enseña que está mal que te valores y para muchos «reconocer una virtud es síntoma de arrogancia».
Ahora todo es distinto. Comparten escena de vez en cuando y están tan unidos que ella no puede hacer comedia si su papá no la dirige. De hecho, ha bromeado diciendo que terminará casada con él. Que su progenitor sea un actorazo en mayúsculas no significa que se sienta por encima de los demás: «Cualquier actriz puede ser mejor que yo», afirma.
Quedó encantada con el teatro cuando a los diez años el director Carlos Díaz le dio un personaje en La loca de Chaillot. No olvida el día en que la llamó. Ni el primer ensayo, cuando se paró sola en El Trianón; él le dijo que cantara Una rosa de Francia y ella empezó a llorar. Le dio un nerviosismo muy grande, pero luego fue inmensamente feliz. El propio Carlos Díaz y su padre han sido sus principales maestros. «Les debo todo: el amor por el teatro, conocer a Chéjov… Mi agradecimiento es infinito». Hacer su obra favorita, La gaviota, es el sueño más grande. Después de eso podría morir…
Las aguas que más ha nadado Andrea hasta hoy son las de las tablas, pero la pequeña pantalla la ha convertido en la comidilla del momento. En breve tiempo su interpretación de Noelia Bermellón ha levantado en los televidentes cubanos olas a favor y en contra. Envuelto en los presuntuosos aires de una supuesta erudición, el personaje ha capturado la atención pública con un programa semanal «que dura lo que puede».
Aunque Noelia era conocida por sus apariciones en el making of de otro humorístico (El motor de arranque), este verano tiene un show propio: La hora de Noelia, en el que puede ser una anti-conductora a plenitud. A la vez que resalta lo mucho que se divirtió todo el equipo de realización mientras grababan, Andrea confiesa que Noelia «es un disparate y también resume todo lo que no me representa».
Noelia no parece ponerle seriedad a nada y hace de todo una extravagancia. Juega con el idioma, con la historia, con la cultura, con las formas y los significados. Se burla y se ofende, se victimiza y es tan empática como irracional y caricaturesca. Ofrece, sin que una parte de la teleaudiencia todavía lo entienda, un manual «inédito» de todo lo que no debe hacer un profesional de la comunicación.
Como la ve Andrea, Noelia «va por el camino equivocado, preocupada por lo absurdo y pretendiendo. Además, es ingenua y tiene mucha necesidad de aceptación; por eso hace su trabajo ‘inédito’ en gran medida para su tía Nena». Hace poco la directora del programa, Mónica Crespo, comentaba que, a pesar de todo, el mundo de Noelia es un mundo de paz. Andrea lo suscribe: «en su locura, Noelia no odia a nadie y valora a todos. Es muy inocente».
Sin embargo, Andrea no se siente comediante, sino actriz. Interpretar a Noelia ha sido tan difícil como moldear un personaje dramático. De hecho, todavía sigue construyéndola porque la premisa es hacerlo «mal» de una forma en la que la gente se pregunte si Andrea lo está haciendo así a propósito o simplemente porque es mala actuando. «A pesar de estar rodeados de referentes, actuar la mediocridad es muy complejo».
No obstante, sabe que es imposible hacer humor sin inteligencia porque «se requiere de mucho riesgo, creatividad, ingenio». En su opinión, el público cubano está «muy cerrado». «Si el público se ha acostumbrado a tener tan pocas opciones y a aceptarlas sí o sí, cuando le pones algo distinto, se crea la polémica. La hora de Noelia tiene un público que rechaza y otro que aplaude. Eso no pasaría en ningún otro lugar porque hay miles de programas y tú escoges cuál ver. Y si alguno no te gusta, no pierdes tiempo haciendo una guerra en Facebook, sino que aprietas un botón y cambias de canal. Ahora, fue un error poner el programa un sábado por la noche; en otro horario funcionaría mucho mejor».
– ¿Por qué la presencia de mujeres en el humor cubano no es tan frecuente como la masculina, al punto de que los principales personajes femeninos (como la propia Margot) son interpretados por hombres?
– Esa pregunta es recurrente. El Centro Promotor del Humor siempre ha tenido las puertas abiertas. Si hay pocas actrices haciendo comedia es porque son pocas las que han querido. La lista de grandes actrices que han hecho humor en Cuba es muy larga. Sería bueno hacer un estudio del motivo por el cual ese camino se quebró. En el ex Instituto Cubano de Radio y Televisión hay muchos retratos en los pasillos de esas grandes actrices y las pocas que hacemos humor hoy tenemos que pedirles a ellas que nos bendigan desde el más allá y que nos protejan de los ataques ignorantes y la falta de sensibilidad.
En La hora de Noelia también caben en forma de monólogos las críticas al machismo, la discriminación y la violencia de género. Para Andrea, una mujer estará del todo emancipada cuando no le pregunten qué se siente ser mujer para esto o aquello. Conocer a Marilyn Solaya y a Julio César G. Pagés ha sido una bendición para ella. Con ayuda de lo que le han enseñado, comienza a ser consciente de lo que significa ser mujer. «Creo que el feminismo es igualdad y sentido común. Es muy triste que la palabra ‘feminismo’ genere tanta fobia. Se entiende como odio a los hombres y complejo de inferioridad, cuando es todo lo contrario», dice con unos expresivos ojos verdes y cierta timidez.
Andrea reconoce que el feminismo es una lucha que hay que respetar. «Yo misma estoy ‘despertando’ un poco porque no basta con leer sobre el tema y debatir. Hay que pensar qué puedo hacer yo para cambiar esto, por mínimo que sea. Las actrices, por ejemplo, debemos pensar qué función tiene nuestra página de Instagram. ¿Tenemos miles de seguidores solo para que le den ‘me gusta’ a una foto y nos digan lo bonitas o talentosas que somos, o para promocionar un champú? ¿Eso es todo?».
Le cuesta lidiar con las redes sociales. «Soy un desastre para eso. Mi Instagram no tiene más que fotos mías. Por lo tanto, no tiene ningún valor. Pero estoy consciente de mi error y eso me hace reaccionar y querer hacer algo distinto. Recibo muchísimos vídeos de niñas que imitan a Noelia. Esas niñas ven las cosas que pongo en mis redes. Si subo vídeos semidesnuda bailando reguetón o una frase de Simone de Beauvoir, esas niñas lo verán».
No hay para Andrea una herramienta específica para moldear un personaje. «Todos los papeles son de una naturaleza distinta y en la comedia la construcción es otra». Lo esencial es hallarse en ese personaje que ideó otro. «Cómo me identifico en ese espacio ajeno y qué me interesa expresar desde ahí. Es duro tener que hacer un personaje que no te interesa, que no te dice nada, con un director que te deja sola…». Eso la hace sufrir porque no la motiva a estudiar y siente que se traiciona. Prefiere hacer dos trabajos al año «con buenos directores, con los que aprendo mucho, a hacer veinte telenovelas». Por supuesto, no puede ser absoluta porque hay grandes directores de televisión y buenos proyectos. «Son pocos, pero sí los hay. Hacer un buen teleplay con Joel Infante y Amílcar Salatti es como hacer una buena obra de teatro», asegura.
Andrea también disfruta escribir. Al tiempo que espera que llegue el día «en que pueda concederte otra entrevista», está obsesionada con una historia que quiere hacer con la actriz y dramaturga María Laura Germán. Se trata de un relato sobre sororidad. «Quiero hablar de nosotras, nuestras madres, abuelas, amigas… La idea que me conmueve es la de la unidad». Tiene ideas anotadas en papel y sabe que las podrán «organizar juntas para hacer una obra que hable del amor, de nosotras y de la libertad».
Mientras tanto, se entretiene pensando cómo seguir dándole una vida controvertida a Noelia y se aferra a la convicción de que ni siquiera una era en la que reina lo digital hará que perezca el teatro porque entonces «todo desaparecía». Mientras, se mantiene alimentando su paz interior y atesorando las experiencias que tuvo cuando niña de la mano de su abuelo materno. En tanto, se rige por la disciplina y la pasión por el trabajo que le inculcó su papá. Sin dudarlo, se llevaría hasta el fin del mundo a su familia, «multiplicada por tres». Porque «eso es lo más importante que tenemos».