Mientras el mundo laboral se ha apoyado en el teletrabajo durante la pandemia de COVID-19, para Rachel Ortiz la modalidad tuvo una pequeña variación para convertirse en «el tigretrabajo». Así la veterinaria del Zoológico Nacional de Cuba bautizó la tarea de atender en su casa a una tigresa de apenas veinte días, a la que había que alimentar cada cuatro horas. «Fue como cuidar a un recién nacido», asegura. Atenea, como la llamaron, no era la única «bebé» en la casa: Rachel tiene a Paola, su hija de 4 años.
La especialista de 31 años, entre otras, atiende el Área de Cría Artificial donde Atenea, ahora de tres meses, comparte espacio con Thor, otro tigre de la misma edad.
Allí trabajan seis cuidadoras y una especialista, además de Rachel. Se hacen turnos de 24 horas porque algunos carnívoros deben alimentarse cada tres o cuatro horas.
El área está dedicada a las crías que no pueden ser cuidadas por sus madres. La peculiaridad de estos pequeños es que gruñen, tienen garras y colmillos afilados. A veces son difíciles de manejar y requieren de cuidados especiales. El departamento, compuesto por varias jaulas y una zona especial para elaborar los alimentos, se limpia a diario temprano en la mañana.
La veterinaria comenta que lo ideal sería utilizar un uniforme sanitario para trabajar en esa área, pero no los tienen en este momento. «Las cuidadoras llevamos una muda de ropa para cambiarnos cuando llegamos de la calle e intentamos que sea verde como la que se utiliza en los hospitales. No hemos podido conseguir que cada animal tenga solo una cuidadora para evitar transmisión de enfermedades; por eso se mantiene el espacio lo más estéril posible para reducir riesgos en dos sentidos: que se enferme alguna cría o que nosotras llevemos alguna enfermedad para la casa; muchas tenemos hijos».
Cada especie necesita suplementos nutricionales específicos, explica la veterinaria. Los tigres, por ejemplo, deben tomar cuando tienen poco tiempo de nacidos un suplemento llamado Esbilac, usado también para perros y gatos, y que llega a Cuba por donación. Desde hace algún tiempo no está disponible; por lo que las cuidadoras les van dando leche evaporada para sustituir el Esbilac y luego le incorporan pollo batido con leche.
«Investigamos todo el tiempo, porque al ser más pequeños tienen particularidades y son más delicados. Por lo general, los bebés del Área de Cría son animales rechazados por sus madres y presentan quizá alguna deficiencia. Además, no todos toman el calostro que les confiere la inmunidad necesaria y hay que suministrarlo de manera artificial», comenta.
Agrega que las crías suelen llegar a su área de cuidados con cierta deshidratación; y la mejor vía para tratarla es la endovenosa. «Se vuelve complicado en un animal tan pequeño coger la vena, pero la práctica ayuda. Los insumos muchas veces tenemos que ponerlos nosotros», precisa.
En el área cuidan varias especies. Además de los dos tigres, hay un leopardo, cinco chacales, un mono, dos binturones, una cebra de Grevy, un antílope Oryx y otro cuerno de corazón.
Rachel comenzó a trabajar en el zoológico en 2014, después de graduarse y como parte de su Servicio social. Cuenta que al principio no le agradó mucho porque había estudiado en especial los animales de producción y algunas características de los afectivos.
«Trabajar con las especies del zoológico es más complicado porque hay que aprender más aspectos relacionados con el comportamiento, la nutrición y otros en especial de biología», añade.
Como recién llegados, rotaban por casi todas las áreas del zoológico. Cuando comenzó a trabajar en la de carnívoros, la doctora que los atendía tenía planes de irse a estudiar a Brasil; por eso la entrenó para que se quedara allí. Por una razón similar llegó al área de crías. De nuevo debió estudiar.
«Es un trabajo de conciencia y sentido de pertenencia, para nosotras estos animales son como nuestros hijos», expresa.
Asegura que los animales de cría artificial tienen un comportamiento diferente a los que crecen con sus madres; por el vínculo con las cuidadoras suelen ser menos agresivos.
María Carla Gutiérrez, otra trabajadora del área, toma esta experiencia como una especie de preparación para la maternidad. «Como trabajar en un área de neonatología de cualquier hospital. Tenemos que levantarnos cada tres horas, dar la leche, sacarles los gases, estimularlos para que hagan sus necesidades».
Para la cuidadora de 20 años, el zoológico es un hogar. Su mamá es fundadora del sitio y ella creció en él. Disfruta trabajar con los animales, en especial con las crías. Recuerda a sus últimos cachorros: los jaguares William y Melody: «Eran como nuestros hijos. Cuando se los llevaron nos pusimos muy tristes».
Rachel mantiene el equilibrio entre hogar y trabajo. La pequeña Paola requiere de su atención y cuidados, mientras en el zoológico otras criaturas pequeñas dependen de ella. Algunas pueden ser agresivas, pero todas necesitan apego maternal, o sus variantes artificiales, para empezar a crecer saludables.