HERBOLARIA: LA MAGIA DE LA COSMÉTICA NATURAL
«¡Algo hay que hacer!», se dijeron las mujeres de la casa en pleno encierro por la pandemia de coronavirus. Mirando las plantas que tenían en un vivero de una hectárea en La Lisa decidieron lanzarse a la aventura de crear Herbolaria.
La ecuatoriana Andrea Vaca, junto a su suegra, Yamilé Almenares, y su cuñada Patricia García, crearon un proyecto de cosmética natural en Cuba.
«Se llama Herbolaria en honor a las mujeres ancestrales que han transmitido el legado de sanar con las plantas a través de los siglos», explica.
Para crear este emprendimiento, Andrea y su familia analizaron las propiedades de las plantas y sus beneficios para la salud. «Nuestras materias primas provienen del vivero de nuestra casa. Decidimos utilizar productos naturales en la cosmética porque no son invasivos y permiten que la piel descanse de componentes químicos artificiales», precisa la cineasta de 32 años.
El hecho de que, además, los cosméticos trabajados artesanalmente no comprometan el bienestar animal, ha impulsado a muchas personas a decidirse por esa modalidad.
En el vivero cuentan con gran diversidad de plantas, entre ellas manzanilla, romero, orégano, menta, lavanda, espinaca, moringa, eucalipto, laurel y sábila.
Un ingrediente principal de sus productos estrellas es el árbol del nim. Con él elaboran jabones, lociones y aceites para la piel. «También es muy acogido por nuestros clientes el bálsamo corporal Prana, perfecto para tratar dolores, dar masajes, aliviar bloqueos, tensiones corporales, mentales y emocionales».
Han innovado en el mercado al ofrecer barras de champú sólido. Aunque pueden resultar extrañas por la costumbre del champú embotellado, atraen por el hecho de ser una opción amigable con el medioambiente, pues prescinde de contenedores de plástico y evitar el exceso de sustancias químicas.
Las tres mujeres han logrado insertarse en el ámbito del emprendimiento cubano, un sector que, durante la pandemia, ha debido buscar alternativas y adaptarse a condiciones difíciles. Ellas encontraron en la crisis una oportunidad para emprender y en medio de la adversidad han logrado consolidar un negocio propio.
«En general, cuando tenemos una idea la discutimos entre todas y cada una aporta algo que la mejora. Tratamos siempre de pensar que cada producto debe sanar la afección, concentrar las propiedades de la planta que vayamos a usar; pero, sobre todo, ayudar a nuestros clientes a entender el sentido de lo natural y lo artesanal», comenta Andrea.
Herbolaria difunde las propiedades curativas y regenerativas de cada planta, y a la vez crea conciencia ecológica. Apoyan la idea de la sostenibilidad a través de sus productos e instruyen a sus clientes; por ejemplo, sobre las diferencias entre un jabón comercial y uno artesanal, la importancia de reciclar envases y todo lo que puede contribuir de alguna forma al equilibrio del medioambiente.
Este proyecto se propone «ayudar a que el consumo de lo natural tome más fuerza y apoyar a otros emprendedores: ese es el futuro que queremos para contribuir a la salud de las personas y que sientan la diferencia de lo que se hace con trabajo duro, investigación constante y mucho amor».
«Para nosotros la idea de quién es mejor no existe. Cada emprendimiento tiene sus cualidades y eso lo hace único. Entre más nos apoyemos, más nos fortaleceremos, y de este modo le mostramos al consumidor cubano todas las alternativas que van surgiendo en la Isla», asegura.
POMITOS: DEL RECICLAJE AL ARTE
Al igual que Andrea y su familia, Sisi Strauss se reinventó en este tiempo de cuarentena y convirtió en arte objetos de cristal que estaban en desuso.
«Comencé a utilizar la pintura vitral hace varios años. Después dejé de hacerlo porque impartía clases de alemán y me llevaba mucho tiempo. Cuando me vi encerrada por la situación de la COVID-19, me acordé de las pinturas. El cristal es muy caro, así que mi lienzo fueron botellas, pomos y envases vacíos que tenía a la mano».
La emprendedora de 30 años utiliza la técnica del falso vitral que aprendió de su esposo, después de que este participara en un taller con una restauradora de vitrales. «Las pinturas guardadas desde ese entonces me las encontré en un cajón y empecé a experimentar con ellas», precisa la licenciada en Lengua Alemana de la Universidad de La Habana.
No obstante, con la pintura vieja y vencida era muy difícil avanzar en el trabajo. En medio de las carencias existentes en Cuba, empeoradas por la pandemia, acudió a su cuñada en el exterior para que le trajera pinturas nuevas.
«Con la otra pasaba trabajo porque eran como tubitos de pasta y al apretarlos con la mano perdía precisión. Al tener la pintura nueva que corre con fluidez, pude ocuparme de los trazos y dibujar bien», cuenta.
Además del atractivo de los colores, la técnica utilizada, la decoración y los encargos personalizados, PomiTos es un proyecto encaminado a darle una segunda oportunidad a objetos de vidrio fuera de uso.
«Tomo esos frascos vacíos que la mayoría de la gente tiene tirados en su casa sin saber qué hacer con ellos y los convierto en algo bonito, agradable a la vista, y personalizado. A la vez, es económico y ecológico», explica Sisi.
Sisi transforma pomos grandes de mayonesa, aceitunas o garbanzos, en vasos. «Les abrimos huecos en la tapa, le ponemos un absorbente y sirven para tomar bebidas».
Frascos más pequeños se convierten en candelabros o farolitos para uso común o para colgarlos como adorno. «También estamos haciendo unas tacitas pequeñas con pomos de compota para bebés».
PomiTos tomó auge durante la pandemia. «Gracias a la cuarentena, al tiempo libre, las redes sociales y mis amistades y compañeras de trabajo que fueron las primeras clientas, el proyecto llegó a establecerse dentro del nicho de Instagram como una marca hasta el día de hoy», explica.
Sisi Strauss, quien actualmente trabaja en su casa en Playa, aspira a tener un local propio, quizá una tienda-taller.
«Yo creo mucho en la utilidad del arte. El arte tiene que ser estético, entrar por los ojos, ser bonito, atraer y ser útil, hacerte pensar de algún modo y ayudarte a reflexionar. En el caso del mío, quiero que tenga una utilidad práctica y que la gente esté en contacto con ella y sienta que lo necesita», afirma.
Su esposo se ha sumado al proyecto. Ella pinta los PomiTos, y él es la mano técnica a su lado. Abre las tapas, les da forma a los alambres, crea las estructuras, las asas y los accesorios necesarios para el producto final. «Somos un equipo», dice Sisi.
Asegura que también ha encontrado apoyo en la comunidad emprendedora de Instagram, con más de 1 200 seguidores. «El 99 % de las personas que sigo y me siguen son mujeres. Hay mucha sororidad».
PERMUTA DE CLÓSET: UNA ALTERNATIVA DE MODA CIRCULAR
En la misma línea de recuperación de recursos y sostenibilidad de los dos emprendimientos mencionados, Solanch Almanza creó en Cuba un proyecto de moda circular: Se permuta mi clóset.
Esta propuesta promueve el intercambio de ropa, en lugar de la compraventa. Basada en su estancia en Europa y experiencias afines en otras regiones del mundo, la ingeniera civil de 28 años descubrió que las permutas también eran una forma de hacer circular el clóset, adquirir nuevas prendas y evitar la basura.
En Cuba, donde existen muy pocas opciones para comprar prendas de vestir de calidad a buen precio, esta iniciativa representa una solución posible.
A la vez, Solanch desea promover el amor por la naturaleza y el consumo consciente. «Nacimos como un proyecto ambientalista enfocado en la moda y la necesidad básica que constituye vestirse», resume.
La industria de la moda es la segunda más contaminante del planeta: produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y transportes marítimos internacionales juntos, según un informe de la ONU.
En contraposición a este modelo lineal de tomar-usar-descartar, se presenta la economía circular, que tiene en cuenta las necesidades del negocio, pero también sus consecuencias ambientales y sociales.
A partir de los valores de sustentabilidad, la moda circular surge como una alternativa centrada en prendas, ropas, zapatos y accesorios diseñados para ser usados el mayor tiempo posible.
«En Cuba somos ecológicos, por cuestión de necesidad. Una prenda de vestir la cuidamos, le damos otro uso cuando está desgastada hasta que termina muchas veces como “pañito” de cocina», resalta Solanch.
«Con estas permutas —insiste— las personas pueden circular sus clósets de manera sostenible y consciente. La idea principal es irnos con menos de lo que llevamos, consumir lo que realmente necesitamos. Siempre basados en el desapego, y olvidando la educación consumista».
En su opinión, se necesita desarrollar una cultura de reutilización en todos los aspectos, eliminar prejuicios sobre la ropa reciclada y crear opciones para la adquisición de prendas bajo estos preceptos.
Se permuta mi clóset busca también colaborar con otros emprendimientos y marcas cubanas relacionadas con ecología y sostenibilidad. De hecho, se apoyó en otro proyecto de emprendimiento femenino para construir su espacio. «Las muchachas de Ákares transforman sus prendas y cada pieza cuenta una historia. Nos ayudamos mutuamente, somos colegas y nos hemos ido retroalimentando».
Gracias a las redes sociales que han logrado visibilizar nuevas marcas, productos y servicios en Cuba, los emprendimientos privados encuentran maneras más efectivas de ganar clientes.
«Por el momento, estamos tratando de que la gente entienda los intercambios y las permutas. Vivir una experiencia y aprender. Nos gustaría llegar a provincias fuera de La Habana para llevar la idea», sueña Solanch al proyectar su vida pospandemia.
Hasta el momento, el proyecto ha tenido buena acogida, de los jóvenes especialmente. Su creadora piensa que es posible lograr una conciencia ecológica en las nuevas generaciones y que incorporen el concepto de moda circular como una alternativa a la hora de vestir.
Ella cree que la pandemia y el encierro han significado un despertar para muchos y ha provocado que se interesen más en el bienestar propio, mientras generan proyectos y estilos de vida saludables.
«Hay muchísimos emprendimientos en Cuba, la mayoría de mujeres, que defienden la sostenibilidad: negocios más sostenibles, una economía más sostenible, un estilo de vida más sostenible, una moda más sostenible. Yo pienso que en Cuba vamos por ese camino», augura.