Autorretrato Yailén Ruz.

Un retrato en el que quepan todas las familias

Yailén Ruz, psicóloga y fotógrafa, se adentra en el mundo infantil de familias homoparentales cubanas y lo recrea a través de la imagen.

Antes de usar una cámara fotográfica por primera vez, Yailén Ruz fue psicóloga durante quince años. Antes de adentrarse en el mundo infantil de familias no heteronormativas cubanas, estaba sensibilizada con las personas discriminadas porque ella misma lo había sido. Tuvo que soportar más de una crítica de quienes creían que era «un atraso» que ella, una mujer blanca, tuviera dos hijas con un hombre negro. 

Que sus niñas representen la interracialidad es para Yailén un orgullo, un regalo de la vida que le despertó el interés por visibilizar a víctimas de cualquier tipo de discriminación. Sintió la necesidad de comunicarse a través de la imagen, y no comenzó por los tabúes racistas, sino por los asociados a la orientación sexual. 

Este interés despertó en ella en 2019, cuando el anteproyecto constitucional presentó el artículo 68, que se refería al matrimonio entre personas del mismo sexo y que finalmente no quedó en la propuesta final.  

Yailén recuerda la polémica que despertó el tema. Sintió alrededor suyo el miedo, los prejuicios contra familias diversas y los hijos que se criaran en su seno. Escuchaba comentarios como: «Pobrecitos, ¿qué será de su sexualidad?»; «¿Y si repiten la orientación sexual de sus madres o padres?» o «La sociedad no está preparada para eso». 

Aquello la tomó por sorpresa porque su visión es otra. «Tengo amigas homosexuales con hijos y he sido testigo de los tabúes dentro de sus propios hogares; de abuelos que dejan de hablarles a sus nietos o padres a sus hijos porque no aceptan una relación homosexual». 

Ruz encontró en la fotografía el medio para enviar un mensaje de amor. Quiso hacerlos reír, suspirar, cantar, llorar. Buscó llevar al público un pedazo de ese mundo privado, en especial de sus niños y niñas, «en el que hay afectos, complicidades, normas, juegos, roles». En más de una ocasión ha sido elogiada por lograrlo.

«Que yo haya podido abrir una pequeña ventanita para acercar a la gente a lo que ocurre entre esas cuatro paredes ha sido una bendición», dice quien, como madre de un varón y dos niñas, se desvela por procurar lo mejor para los niños, cómo hacerlos más felices y sanos. 

«DONDE HABITA LA QUIMERA» 

«Donde habita la quimera» II

Bajo el título «Donde habita la quimera» ha publicado dos ensayos fotográficos que recrean visualmente su opinión sobre el tema. «Llevan implícito un proceso de investigación, reflexión, cuestionamiento y, a partir de ahí, la elaboración de un criterio». 

A diferencia de una serie, en la que las obras pueden existir por separado, en el ensayo solo cobran sentido como un todo: no es lógico dividirlas ni analizarlas de manera individual. Aunque ha sido un género muy subestimado y poco tratado en Cuba, Yailén se ha enamorado de él. «Es un híbrido en el que se unen lo racional y lo artístico».

Pasó los últimos dos años recopilando bibliografía, conversando con colegas especializados en temas de género y conociendo activistas que le permitieron llegar a muchas familias no heteronormativas. «En mayo inauguré mi primer ensayo en el hogar de dos mujeres madres de un niño y una niña; y el segundo, recién publicado, en el de dos madres con un niño de dos años. Casualmente ambos son del Vedado». 

Como las restricciones de movilidad impuestas por la pandemia le impedían salir de La Habana, Yailén debió encontrar en la capital personas dispuestas a colaborar con el ensayo porque «no cualquiera lo está». No cualquiera abre las puertas de su casa a una extraña con cámara. «Tenían que estar muy conscientes de lo que yo quería como fotógrafa». 

«Donde habita la quimera» II

Antes de convivir con estas familias, conversa varias veces con ellas sobre sus propósitos, las conoce y deja que la conozcan a ella: «Yo también me desnudo desde el punto de vista espiritual, me entrego. No tiendo a ser una fotógrafa que observa en la distancia porque vengo del mundo de la psicología, de hacer talleres vivenciales con estudiantes de teatro y de compartir mis experiencias». 

De esa manera Ruz ha aprendido que si ella se involucra hace que la otra persona se implique. No solo construye una atmósfera cómoda para trabajar, sino además una amistad. Empieza por saber sobre los niños, sobre su cotidianidad, la realidad que perciben.

Si bien se vale de herramientas científicas para indagar, reconoce que desde el encuadre mismo recorta un pedazo de esa realidad porque la subjetividad está en el acto mismo de la fotografía.

«Donde habita la quimera» I

Para realizar ambos trabajos Yailén convivió con la familia un día señalado durante varias semanas. El día escogido llegaba temprano y hacía que en su presencia ocurrieran las actividades cotidianas más importantes para esos niños.

«Se trataba de ser nosotros mismos, de hablar de nuestras vidas, de tender puentes. Las fotografías eran parte de una danza en la que no imponía nada, seguía el ritmo de su día a día». Regresaba a su casa casi de noche. 

«No podía quedarme todo el mes porque estoy sola con mis hijos. He tenido que sacrificar tiempo con ellos, pero hemos podido funcionar como un equipo de grandes ligas. Todo queda cuadrado para que marche bien aunque yo no esté. Se necesita un buen engranaje y mucha comunicación para eso», explica. 

Consciente de que su presencia influye en las rutinas de estas familias por más que ella no quiera, Yailén no pretendía esconderse. «Las personas tienen en su subconsciente que hay alguien observándolas y esa sensación hace que modifiquen en algo su conducta». Había momentos en que lograba pasar inadvertida, mientras se movía buscando composiciones, encuadres, sin opinar.

En otros, sí hablaba, bailaba, cantaba, a la vez que hacía fotos. «No soy una fotógrafa completamente alienada. En ocasiones me hacía sentir, me reía con ellos y notaba que eso mejoraba el clima emocional, lo hacía más cómodo, de manera que la cámara dejaba de importar tanto». 

«Donde habita la quimera» II

A Yailén le llamaba la atención cómo fluía la comunicación entre estas madres y sus hijos. «Les brindan a los pequeños información, sea a través de una novela que hable del tema o respondiendo una pregunta que salió de la nada, sobre la orientación sexual, la libertad que tenemos de escoger cómo practicarla.

Sus madres van incorporando historias en las que existen dos madres o dos padres, asumen el tema desde lo cotidiano y hacen que los niños vean como algo natural el dar amor más allá de cualquier prejuicio. Los tratan con plena transparencia para que respeten las decisiones de otras personas y sean más libres. Ellos mismos han crecido en ese respeto».

Mientras aún da sus primeros pasos en la fotografía documental, ha escogido los claroscuros. «El blanco y negro me fascina porque sobredimensiona determinada circunstancia y la puede hacer más dramática». 

Para su próximo ensayo, Ruz desea incorporar historias de hombres, lejos de lo más céntrico de la ciudad. «Busco ambientes rurales o menos favorecidos económicamente. Puedo empezar a incluir otras variables al poder viajar a otras provincias, tener acceso a otros hogares y lograr una mayor representatividad». En resumen, «que no todos sean de La Habana, con cierta solvencia económica y profesionales, como ha sido hasta ahora».

«Donde habita la quimera» II

EL CÓDIGO DE LAS FAMILIAS SEGÚN YAILÉN

Sin que sea una generalización, porque le disgusta, Yailén Ruz comenta que en estos hogares ha visto la felicidad en los ojos de los niños «cuando se les deja ser niños, jugar, imaginar, expresar quiénes son, tomar sus decisiones, a la vez que, claro, se les orienta. Cuando se les propicia el acceso a los libros, la música, los juegos, para que puedan crear, sin pensar que hay cosas que hacen los varones y otras que hacen las hembras».

La fotógrafa aspira a que la infancia se desarrolle sin tabúes, con respeto por los derechos de cada ser humano y con la libertad de «tener la pareja que quieran, de expresar su sexualidad como deseen, de escoger si quieren una profesión y una familia con hijos o no». Piensa que para que exista un futuro mejor hay que desmontar las pautas patriarcales. «No deberíamos gastar tiempo en prohibiciones, ideologías y criterios que hacen infelices a los demás».

Cuando se realiza una consulta especializada del anteproyecto de Código de las Familias que será llevado a referendo en 2022 y propone ampliar el concepto de familia, las fotografías de Yailén defienden que esta célula social se basa en los afectos. «La familia sobrepasa los lazos consanguíneos, no solo es la que te da la vida; es la que te educa, te brinda amor, la que te permite ser feliz».

«Donde habita la quimera» I

La familia no tiene como única función velar por que a los hijos no les falte el alimento, el techo, «que son cuestiones importantes y urgentes por la situación tan difícil que vive nuestro país». A veces se olvida el importante «fin educativo, afectivo, de comunicación. Hay muchas personas que pueden no ser padre o madre biológicamente, pero lo son en la práctica si asumen los roles de un padre o una madre». 

Yailén advierte que «la maternidad y la paternidad cada cual las asume según sus vivencias y su carácter. Cuando uno decide tener descendencia es porque sabe que va a dejar parte de sí en alguien que necesita de la propia entrega, desvelos, compromiso, acompañamiento. Eso no tiene que ver con si ser heterosexual o no; tiene que ver con la capacidad de contraer un compromiso».

De acuerdo con la psicóloga, para quien crezca con la idea que lo «normal» es ser heterosexual, que el hombre sea proveedor y la mujer tenga hijos, se ocupe de ellos y se desdoble por cualquiera que la necesite sin pensar en ella misma, todo lo que sea diferente a esos patrones tenderá a generar mucha inseguridad.

«Donde habita la quimera» I

«Es nuestra responsabilidad superarnos, tratar de ser mejores seres humanos, madurar, evolucionar. Eso incluye cuestionar las ideas estereotipadas, las reglas no escritas, los patrones rígidos con los que hemos crecido.

Si no lo hacemos nos quedamos en una eterna inmadurez, en la base con que nos educaron, entre las mismas cuatro paredes mentales. Para salir de ahí hay que entender que cada persona tiene su manera de ser feliz, mientras no irrespete a otro, no lo dañe o viole su espacio», comenta.

No obstante, con tristeza ha conocido la experiencia de personas que, además de enfrentar el duro proceso de que su identidad sea reconocida y aceptada su relación homosexual, han sido agredidas. «Les han tirado cosas a la espalda, les han gritado ofensas. Es doloroso e indignante que todavía ocurran cosas así en Cuba».

«Donde habita la quimera» II

Aunque la conciencia social no cambie de un día para otro, para ella la propuesta de Código de las Familias sienta las bases legales para que todas las personas puedan formar su familia, sea mediante reproducción asistida o adopción.

«Es un marco que hay que defender. Debe existir porque está protegiendo el derecho de todo ser humano a formar una familia y eso no debe ser negociado o aprobado por personas intolerantes. Se trata de derechos humanos», afirma. 

Yailén confiesa asimismo que para ella ha sido inevitable contar las historias de otras madres comparándolas con su propio desempeño. Las vivencias que fotografió le han hecho confirmar lo importante que es estar ahí para sus hijos, sin taparles los ojos para que vean a través de los de ellas. «Tienen su propia voz, su forma de ver el mundo y simplemente debo acompañarlos».

Por eso les habla con claridad a sus hijos. «Los involucro en lo que hago para que entiendan que tengo una vida propia, que merezco mi espacio, que tengo sueños y lucho por cumplirlos, como quiero que ellos hagan».

Yailén junto a sus tres hijos. Foto: Cortesía de la entrevistada.

A las madres fotografiadas las ha visto, en medio de dificultades cotidianas, luchas y desvelos, procurar lo mejor para ellas como mujeres y para sus hijos. «Son admirables porque han defendido una relación que la sociedad todavía censura y han construido sus familias como lo han decidido.

Han defendido su amor por encima de cualquier juicio, mirada u obstáculo. Demuestran que hace falta la entereza de carácter y la seguridad en lo que uno quiere para pasar por encima de cualquier adversidad». 

Para esta artista es fundamental que la educación sexual se extienda a las escuelas para maestros y estudiantes. «En las escuelas hay niños y niñas transgénero, que sufren bullying por expresar su sexualidad de manera diferente; que están siendo educados bajo preceptos rígidos que castran la expresión de sus sentimientos porque “así debe ser un macho” y “así debe ser una hembra”.

A veces solo se habla de sexualidad para evitar embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual. Pero va más allá: se trata de que aprendan a respetar la diversidad de las familias».

A sus 41 años, Yailén espera que un día la aspiración de su ensayo fotográfico se convierta en realidad. Sueña con un país más libre en cuanto a su cultura, su pensamiento, su manera de ver a los ciudadanos. Desea una sociedad más participativa, «que la gente de verdad sienta que puede hablar y ser escuchada.

Que las minorías tengan derechos y que nadie, por ser o pensar diferente a la mayoría, sea rechazado o censurado. En la medida que lo raro, lo no visto, se normalice; que estas familias puedan adoptar y se sepa que sus hogares existen, las personas irán cambiando».

Katheryn Felipe

Soy celiaca e hipersensible. No soporto la hipocresía y me encanta el café. El periodismo es para mí una manera de lidiar con la costumbre de hacer míos los problemas de los demás. Hubiera querido tener los libros y la noche de Borges si con eso hubiera podido escribir What can I hold you with?...

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