Claudia Mulet, hija de la maravillosa artista plástica Ileana Mulet, es mi amiga. No solo mi amiga, es como una hermana adulta que puede hacer cosas por ti: puede cocinar platillos muy ricos, puede decorar, puede consolarte, puede invitarte a una obra de teatro. Se va contigo de fiesta hasta el amanecer. Te aguanta las penas, siempre optimista.
Nosotras nos conocimos en un momento en que yo necesitaba a alguien con una estrella impresionante, con una capacidad creativa, con una imagen impactante, con una sonrisa que te da deseos de comerte el mundo. No por gusto, mi amiga es una excelente actriz, cantante, bailarina, fotógrafa y, para rematar, pintora.
Por eso el día que decidió irse de Cuba, esa estrella la hizo montarse en un avión, decir al carajo todo, llegar a Estados Unidos, trabajar muchísimo y terminar en Broadway.
Ya en 2014, recién graduada del Instituto Superior de Arte, había trabajado como actriz, como presentadora, como bailarina. Incluso, fue la protagonista de un corto basado en una de mis historias cortas. Claudia ha sido hasta una de mis ficciones. Como cada estrella, está envuelta en misticismo. Cree en las señales.
Y su primera señal fue, en 2015, trabajar en Rent, una obra que el equipo creativo de Broadway iba a montar en Cuba. La obra es un clásico. Pero, ¿hacerla en Cuba? ¿Una obra que habla sobre la muerte, sobre el frío? ¿Que implica estar abrigada? Una obra, así, en Cuba, ¿a treinta grados?
Ya eso es un reto; cualquier persona que haya estado en Cuba, en cualquier temporada del año, puede entenderme. Nunca había pensado en hacer un musical, pero se dio cuenta de que podía, aunque tuviera calor, aunque las condiciones fueran las que fueran. Y así comenzó a enamorarse de ellos, por esa necesidad corporal extrema que el género necesita.
Un año después estaba en Houston impartiendo unas conferencias y se encontró, una vez más, con Andy Señor, director de Rent y asociado de On your feet, también de Broadway, inspirada en la vida de Gloria Estefan. Ella me contó que aquel señor le preguntó: “y, ¿qué haces acá?, ¿qué harás cuando regreses a Cuba?”.
Silencio… Luego agregó: “Están haciendo audiciones para On your feet. Está bien maravillosa On your feet. Tú podrías ser parte de On your feet”. Eso, como otra señal, la hizo quedarse allá.
“Mudarte de tu país es fuerte y muchas veces no lo entendemos. Pero yo lo entendí. Yo lo entendí porque en Cuba les ponen un techo a las personas, un tope el cual no puedes superar. Es un techo inquebrantable, un techo que no se puede romper y yo no quería llegar a ese techo y morir en ese techo y luego, ya anciana, pensar en lo que pudo ser si no hubiese existido ese techo. No, definitivamente, no”.
Se fue a Miami. El casting para On your feet duró casi un año. Ida y vuelta de Miami a New York todo el tiempo. Conocer a la gente de Broadway, esta vez, en su contexto. Darlo todo, sentir que el cuerpo se le partía en dos de tanto esfuerzo. Eso, al mismo tiempo, lo mezclaba con trabajar de host en un restaurant, y luego de mesera en otro, y en las noches cantaba en una banda de covers.
Como Claudia tiene estrella, la gente que está a su alrededor tiene la necesidad de ayudarla. Entonces, todos sus jefes la apoyaron: permitían que faltara para ir a las audiciones. Y no solo eso, la llamaban, se preocupaban, seguro le encendieron hasta una vela. Un año después ya estaba dentro de la obra.
La escogieron para hacer un ensamble y, en determinadas ocasiones, la madre y la abuela de Gloria Estefan. De repente, mi amiga de treinta fluctuaba, cada noche, entre una mujer de cuarenta y tantos años y una anciana ya experta en conocer el mundo.
Quién sabe y eso le dio la capacidad de desdoblarse temporalmente y sentirse liberada del techo del cual tanto quería desprenderse.
“El tour comenzó en agosto de 2017. Me tuve que mudar a New York. De ahí estuve recorriendo, un año y diez meses, cada ciudad de Estados Unidos. Este 14 de abril se cumplió un año de que se acabara ese show. Se siente raro…”, me contaba estos días.
Otra señal en su vida fue la misma trama de On your feet y la corriente subterránea de sentidos que se manifestaba en cada palabra.
“Esa obra reafirma identidad. Hace que te des cuenta de lo que eres, donde quiera que estés. Esa esencia de la pieza hacía que el público estallara cada noche, en cada ciudad. Porque todo emigrante debe sentir que cambiar su identidad por completo, como muchos se ven forzados a hacer; es cambiar la identidad de tu madre, de tu padre, de tus abuelos. De todo. Eso hace que el pecho reviente. Eso hace que yo reviente. Vuelvo a la idea de que muchas veces no entendemos lo que implica irse del país de origen. En ese no entender, muchas veces se pierde el sentido de lo que somos”.
Luego de On your feet Claudia hizo otro musical, ahora en Portland: In the hights. Igual de intenso, igual de crudo, igual de reflexivo. Y luego, por esos misterios de la vida, nos encontramos en La Habana.
Yo la esperaba con su novio, pero llegó con una amiga. “Esa es otra parte de la vida de alguien que se tiene que ir de tour, que tiene que cambiar de residencia, que le va bien, que cena con gente famosa, que se emociona cuando conoce a Steve Wonder: dejas de tener hogar y, por ende, todo lo que eso implica.»
«Yo traté de sobrellevar vida personal y vida laboral. La persona que tienes al lado debe, sobre todas las cosas, respetar y comprender. La gente, cuando uno tiene éxito, juzga, juzga mucho. La gente no entiende que sí, es genial, pero que la vida se vuelve un tanto solitaria. Y con un soul de los años cuarenta, debes preparar tu equipaje e irte.
«Durante todos mis tours, llevo más objetos decorativos que otra cosa. A cada hotel que llego, aunque sea por tres días, saco esas cositas que me hacen sentir que ese es mi espacio. Un búcaro, una foto, unos inciensos, lo que sea, pero algo que te haga pensar que ese es tu hogar. Aunque todo sea una ilusión.»
«Yo me siento perdida a veces, en ese sentido espacial que una casa da. Cuba ya no es mi hogar. Miami, tampoco. Aunque en cada uno de estos tengo familia, amigos, gente que me ama. Se sienten hogareños esos lugares, esas personas, pero no es un hogar. Ahora que estaré ya más tranquila en New York, espero comenzar a construir eso. Entonces, no novio, no casa, pero, por lo menos, la satisfacción de sentir que me conozco. Estas obras en las que estuve me ayudaron a desarrollar dicho sentimiento. Por eso disfruto mi café mañanero en silencio, descubrir música, pensar en lo que ha sido mi vida, pensar en mis seres queridos, leer…”.
También, en La Habana, hablamos sobre los hijos. Yo tan renuente a eso, ella tan amante de los niños. Y yo la entiendo, la entiendo mucho, porque, a pesar de que casi tenemos la misma edad, su instinto siempre ha sido proteger, criar, enseñar bien, mientras que el mío, respecto a eso es… no sé… ¿comer?
“Algún día voy a ser mamá. Una muy buena”. Yo sé, yo sé —le respondí, pensando en los platillos deliciosos que va a comer ese sobrinito futuro que tendré. Y en eso se acabó nuestro encuentro frente a frente, después de tantos años. Cada una volvió a su nuevo país de residencia y las pláticas volvieron, nuevamente, al espacio virtual.
Ahora, con COVID-19, se fue a Miami. “¡Imagínate tú, yo sola en New York, con este estado de paranoia que parece que llegaron los extraterrestres!”. Está en casa de una amiga y pasa sus días disfrutando de esa media simulación de hogar que tan feliz la hace, que tan feliz hace a cualquier persona que tenga seres queridos.
Como ahora no hay trabajos, no hay obras, no hay tours, no hay nada, se dedica a las otras dos profesiones que lleva junto a la actuación: edita videos y es fotógrafa. Las máscaras, las máscaras de los actores, sus vidas esquizofrénicas, la capacidad que tienen de desdoblarse… eso es maravilloso.
También, hace un live por Instagram, cada noche, al cual invita a un actor diferente de On your feet, ahora que se cumple un aniversario del final del show. De este surgió, además, su canal de Youtube y su podcast en Spotify llamado Leave it to Mulet. Y es impresionante ver su carisma, su alegría, a pesar de la pandemia, la paranoia y los extraterrestres mutantes. Y así los días siguen y seguirán pasando, hasta que todo esto acabe (si acaba). Hasta que la vida retome su ritmo (si lo retoma; en estos momentos nadie sabe qué pasará).
Entonces yo me decidí a escribir sobre ella; a crear la ficción que ahora necesitan las vidas en cuarentena. A contar qué ocurre con todas esas chicas cubanas, regadas por el mundo, que de una forma u otra tienen una historia que contar, tienen algo que enseñarnos.
De Claudia me quedo no solo con la inspiración que su vida y que su estrella provoca, sino también con la fuerza que la hizo decidir romper el techo que se le estaba creando encima y, sobre todo, con su esencia. Porque su identidad, a pesar de las máscaras que se desarrollan en el teatro, es sólida, profunda. Inquebrantable.