En 2017, en una pequeña galería privada de La Habana, vi El cuerpo de Nora, ensayo escénico sobre las emociones y la carne. Era un espectáculo dirigido por Karina Pino y Alessandra Santiesteban del que todavía guardo algunos recuerdos, algunas palabras: «¿Cómo mira un ojo de mujer? ¿Cómo mira un ojo de hombre? ¿Cómo mirarán ustedes esta exhibición? Y la vaca… ¿Se han preguntado alguna vez cómo los mira un ojo de vaca?».
Era uno de esos textos que te apuntas en la cabeza sin querer, que se te queda dando vueltas por un tiempo. Acaso porque sabes que en realidad nunca te lo habías imaginado, nunca habías pensado en ti siendo examinada por una vaca. Normalmente, intentas ponerla en tu mesa de vez en cuando, te la comes, la eructas, la orinas, la cagas, y nunca piensas en cómo te habría podido mirar esa vaca antes de morir.
El cuerpo de Nora… fue el primer acercamiento a la temática de las mujeres que han ido desarrollando las creadoras, también junto a Dianelis Diéguez, en procesos posteriores. «Ese espectáculo ha irradiado todas las experiencias que hemos vivido después. Es un punto nuclear y una semilla», asegura Karina. Admiradas por la obra de la austriaca Elfried Jelinek y su serie de libros Dramas de princesas, decidieron emprender una investigación que tomaba como referentes esenciales el texto de la escritora Lo que le pasó a Nora después que dejó a su marido o Los pilares de las sociedades y la obra del dramaturgo noruego Henrik Ibsen para hablar sobre aquello que no se ve más allá de la carne.
«Empezamos a indagar sobre cuerpos femeninos que no entraban en un ideal mediático de belleza o que generaban una tensión desde el punto de vista físico, corporal, con aquel ideal. Por eso trabajamos con una bailarina de Danza Voluminosa de La Habana y queríamos incluir —aunque no lo logramos al final— a alguna muchacha anoréxica para mostrar su cuerpo extremo que generara tensión con ese ideal exitoso de lo que es la femineidad en términos físicos.
Hicimos una exploración en torno a la belleza, nos entrevistamos con psicólogas que habían tratado a mujeres con trastornos de alimentación, con inconformidades con su apariencia; con un cirujano plástico que hacía liposucciones; y con personas trans que tenían una identidad de género femenina pero que seguían respondiendo al mismo ideal: tetas grandes, cuerpo curvilíneo, pelo largo… Todo giró en torno a cómo desde el cuerpo hay batallas socialmente instaladas que se expresan a través de la fisicalidad y de los diseños corporales.
Como nos interesaba hablar desde lo físico, hicimos un paralelismo con la vaca, un animal del que se extrae todo y si no da leche y no tiene mucha carne, la envían al matadero porque lo importante es que produzca leche y pueda parir. En una dimensión poética muy simbólica, nos parecía que es así como son entendidas y tratadas las mujeres».
Karina se formó como actriz en la Escuela Nacional de Arte y se graduó de teatrología en el Instituto Superior de Arte con una investigación en torno a la escritura para el teatro de Nara Mansur. «Estudiar toda la obra de Nara y ver la subversión escritural que estaba practicando en sus textos fue para mí una inspiración.
Su flexibilidad, la hibridez con la que descubrí en ese momento que ella escribía, la contaminación de referentes, la subversión de límites entre los géneros: poesía, teatro, prosa…, toda esa mezcla que le permitió llegar a un producto que considero bastante iconoclasta, está siempre presente en lo que hago.
Por otro lado, sus textos también son muy femeninos y esa inspiración ha sido para nosotras la figura de Nora, que es como un alter ego que ha estado en casi todos nuestros procesos. Se conecta mucho con ese otro alter ego que es Charlotte Corday en su poema dramático. Ahí también hay una conexión simbólica con su obra».
Karina llegó a Roma hace dos años para estudiar un máster en Artes performativas y Espacios Comunitarios. Tiempo después, junto a Dianelis y Alessandra, también emigradas a otras ciudades de Europa, fundó el colectivo El Trailer, un nombre que denota el sentido de movilidad y «la intención de generar proyectos de colaboración en distintas partes del mundo y con diferentes artistas». Con él han estrenado dos procesos creativos distintos en sus formatos: Quiero ser un animal hembra y Cartografías del cotidiano.
El primero, desarrollado gracias al apoyo del Fondo de la Región Lazio, donde se encuentra Roma, es una reescritura de aquella exploración iniciada en La Habana con El cuerpo de Nora…, a la que se sumó luego el editor, cineasta y director de ópera cubano Luis Ernesto Doñas, que en este proceso fungió como performer.
El propósito siguió siendo el inicial: «reflejar cómo la mujer en sociedades heterosexistas es entendida como se entiende la vaca en los mataderos, cuya carne es completamente industrializada para el mercado». Karina, además de reescribir el texto y dirigir esta versión junto a Alessandra, comparte escena con Luis Ernesto también como performer. La pieza fue exhibida en la sala Carrozzerie n.o.t. de Roma durante cinco funciones. Ella lo describe como «un proceso en desarrollo» al cual sin duda quieren volver.
Más allá de aquellas primeras inquietudes en torno a lo femenino, con el tiempo han ido creciendo otras necesidades. A los dos meses de llegar a Roma, la COVID-19 paralizó toda la dinámica social e impidió por seis meses el desarrollo de la maestría en la que Karina estaba matriculada.
«Encerradas, en una situación superdelirante en la que nadie entendía lo que estaba pasando, Alessandra, Dianelis y yo, que habíamos trabajado y estudiado juntas en Cuba, que nos conocíamos y éramos amigas, pensamos que podíamos hablar sobre la experiencia que vivíamos, sobre nuestra condición. Había puntos de conexión en nuestras experiencias: ser cubanas, migrantes y mujeres. Empezamos a pensar en el choque, al no tener trabajo, de los desempeños de las mujeres como empleadas del hogar y los cuidados. En ese elemento se concentró la idea del proyecto».
Durante estos días Karina me ha hablado acerca de las condicionantes de emigrar, de los desprendimientos y el tiempo que requiere reconstruir círculos afectivos, profesionales, íntimos, de los tropiezos comunes que enfrentan las mujeres latinas para insertarse en el contexto europeo, y de la profunda investigación que requirió el proceso Cartografías del cotidiano, que fueron desarrollando en paralelo en la ciudad de Barcelona.
«Los tres primeros meses de trabajo fueron solo explorando el territorio, haciendo entrevistas, estudiando las redes, las organizaciones, la gente; generando encuestas, tejiendo desde cero redes de comunicación para llegar a estas personas. Trabajamos con mujeres que en varios casos, al no tener regularidad legal, llegaron al sector de los cuidados y el hogar; el nicho laboral más común para las migrantes en la ciudad.
En esa condición muchas veces no se respetan sus derechos laborales, no se les paga como debería, y en ocasiones hasta son violentadas o agredidas físicamente por su posición de vulnerabilidad. Son cosas que pasan en todas las grandes ciudades europeas que reciben migración».
Cartografías del cotidiano
No solo a nivel temático el proceso expuso la desventaja con la que viven muchas mujeres migrantes hoy, también en términos prácticos las creadoras sintieron esos efectos. «La primera subvención que recibimos en Barcelona fue de parte de una institución (Nau Ivanow), que nos acogió para empezar la investigación y buscar fondos para desarrollar el proyecto que debía durar un año.
Hicimos una búsqueda enorme de subvenciones, fondos, apoyos y espacios diversos a los que podría interesarles un trabajo de ese tipo, sobre todo con asociaciones regionales porque la muestra de mujeres era de Barcelona y el verdadero impacto social era en esa ciudad.
Pero no ganamos ningún otro apoyo y nos dimos cuenta de que prácticamente todos los proyectos que se subvencionaban pertenecían a artistas de la región o la ciudad. Eso nos dio la medida de que ser nacional de un país en este lado del mundo es crucial para poder lograr una inserción profesional».
Aun así, después de entrar en contacto con historias de vida de otras personas, con un material muy delicado, nace Cartografías del cotidiano y la primera devolución de esa investigación varios meses después, a partir de la construcción de instalaciones, una comida colectiva y una apertura de proceso que funcionó como conferencia performativa sobre el tema. «Justo en ese mismo tiempo debíamos presentar la obra teatral con la que habíamos ganado el fondo en Roma. Y en esta última pieza llegamos a combinar elementos que habíamos desarrollado en los dos procesos anteriores. Es un fuerte triángulo creativo que nos interesa llevar a otros territorios porque es un fenómeno común en otras grandes ciudades».
Karina sabe que no será fácil sostener parte del trabajo creativo a distancia. «Defiendo el hecho de que esos procesos tienen que hacerse en vivo, tocando a las personas, yendo a su casa, tomando juntos un café. Porque son archivos sensibles, historias de vida difíciles, dolorosas, complejas, duras, que tienes que cuidar, construir y cultivar con tu presencia. La distancia ha sido un obstáculo». Pero haber realizado estos proyectos a pesar de circunstancias adversas las hacen sentirse complacidas.
Migrar también tiene elementos positivos, que es todo lo nuevo que está por descubrirse, las posibilidades que se pueden explorar. Llegar aquí siendo artistas provenientes de Cuba, a las que no conocía nadie, haber podido desarrollar varios proyectos, y lograr que otros hayan sido aprobados para el año que viene, es superestimulante. Es una de cal y otra de arena. Ser mujer es difícil en todas las sociedades heterosexistas. La emancipación, la independencia, el éxito, salir adelante, ser autónomas, aunque las nuevas generaciones lo asuman de modo más flexible y empático, siguen siendo metas difíciles. Aún hay mucho trabajo por hacer».