muchacha estrellas flores (2)
Ilustración: Matria.

Yo no quería escribir un diario

Un año entre dos ciudades distantes, entre un balcón y un jardín, entre vigilia y ensoñación.

23 de marzo de 2021

El sol está por empezar a ponerse detrás de los Alpes. En esas, se refleja en la ventana del edificio que está del otro lado de Pietro Cossa. El edificio vidrioso de la avenida lo manda a la puerta de cristal de mi balcón. La cortina tiene flores en negativo que filtran la luz que pasa hasta la pared. Tengo un tapicito de atardecer. Dura menos de 15 minutos.  

9 de abril 

Ayer se cumplieron 8 años desde que murió mi papá. Mandé un mensaje al chat de los primos, con deseos de que la gente se pusiera a hacer muchos cuentos suyos. No pasó. Me quedé con las ganas y con una sensación amarga, como si se fuera perdiendo poco a poco. La memoria se va en fade y yo que necesito conservarlo intacto. 

19 de abril

Los niños volvieron a tocar el timbre para pedir la pelota. Me da alegría sentir el timbre, y si del otro lado del intercomunicador se hace un silencio ya sé que son ellos. Dos veces han tocado y se han quedado callados. Me he asomado al balcón y ahí hablamos.

Hoy no hubo silencio sino una vocecita que me dijo salve y que «era posible» que la pelota se les hubiera caído en el jardín. Hay otros dos apartamentos ocupados pero yo me apuro en ser la que les dé la pelota. Un pretexto para ir al jardín y para hablar en italiano; un pretexto para hablar.

En efecto, estaba en el jardín la pelota, de fútbol, blanca y negra como la Juve. Davide y Martina lavaron la ropa blanca hoy. Nuestras bicicletas parqueadas le quedan muy lindas a la casa, y tres matas están florecidas.

Cogí la pelota y fui a la puerta mientras pensaba en cómo se dice en italiano «¡estamos por darles una llave!». Me entendieron. Se rieron detrás de la mascarilla y me dijeron grazie, signò.

20 de abril

Anoche soñé que me ofrecían una vacuna anti Covid (¡acabáramos!) y yo decía que sí, sin dudarlo. Entonces, casi por rutina, preguntaba cuál era y me decían «la Zéneca».

Mmm, una prueba del Dios de la ciencia, me daba un brinquito en el estómago. Entonces me venía a la mente el montón de artículos que he leído y reportajes que he visto calmando al pueblo; repasaba mentalmente el 0,0006% de probabilidad de trombosis: menos que con Covid, menos que en población no vacunada, menos que en algunos ensayos clínicos; que un viaje largo en avión y el cigarro representan más riesgo, etcétera. Sentía todo el peso de mi propia campaña vacunal, extendida por semanas a lo largo de chats, grupos y muros de Facebook.

Le preguntaba a la doctora si, a fin de cuentas, una trombosis dolía mucho, y me decía que no (?). Entonces llamaba a la estudiante que me iba a aplicar «la Zéneca». «Ah, ¡¿una estudiante?!». Era una niña que estaba en una especie de «círculo de interés» de Medicina. Le preguntaba cuántos años tenía. «12, pero esto va a ser un momento y no te vas a sentir nada», y antes de que pudiera reaccionar, ya me había dado el pinchazo. Entonces le pedía hacernos un selfie. Iba a tener un vaxxie de super heroínas anti Covid: me había inmunizado una niña, y con la vacuna más temida. 

10 de junio

Me creé un perfil en rover.com para pasear perros. Es algo que quería hacer desde que estaba en Cuba. Me parece que me va a dar historias que contar y que podré compilar en un La cubana que paseaba a los perros. A lo mejor no. Mínimo me da tiempo con animales que extraño y un poco de dinero extra. 

Creé mi perfil y conseguí un par de reseñas falsas con amigos. Lo que quiere la plataforma es asegurarse de que me gustan los animales y yo a ellos, aunque eso es más difícil de probar. 

Mi mamá dice que me dedique a algo más fácil: que cuide a un niño. Pedro dice que los perros muerden. Y Mayte, que a la hija de su amiga un perro que paseaba la arrastró.

9 de agosto

Mi tía Idelisa extraña a Alberto y no se acuerda qué día se casaron. Se le perdió y no lo encuentra. El pajarito que cantaba al frente no vino más. Pero le hice un video y lo tengo.

9 de octubre

Ya no escribo y se me está olvidando.

Estoy aburrida de Cuba, me parece que va en círculos, que no hay trama, que es un guion repetitivo lleno de lugares comunes y costuras a la vista. 

19 de octubre

En la casa se sintió un ruido de martilleo que venía de muy cerca. Me da una alegría rara; me recuerda los ruidos de Cuba, donde siempre alguien está arreglando algo. Lo mismo me pasa con el mecánico del frente. El ambiente tiene ese feeling de radio encendida y tiempo muerto. Una isla de tiempo en el océano-capitalismo.

6 de noviembre

Quiero apartarme de Cuba, pero cada vez que lo intento me parece que soy mentira.

Mis amigos de antaño son espectros de mi propia memoria, no existen fuera de ahí, cayeron en una guerra sorda. Yo también caí para ellos. Cada uno ha sobrevivido a los demás. A ellos, sobrevivientes, no los reconozco. Los extraño como se extraña a los muertos. 

9 de enero de 2022

Estoy en La Habana desde el 23 de diciembre. Desintoxicándome de las redes sociales. Quiero escribir, quiero dejar de leer lo que escriben los demás, dejar de reescribirlo. Las historias que se me ocurren me emocionan y después se me olvidan; se me olvidan las palabras. 

26 de enero 

Las Facebook memories me sirven para eliminar posts antiguos míos que ahora no me gustan. Las notificaciones de cumpleaños, para eliminar contactos que no sé por qué llegué a tener.  

28 de enero

Se oye el mar. No hay carros. El ruido de la ruina es el silencio. El silencio es el oro de los pobres, dicen que dijo Chaplin. La gente no sale porque no tiene dinero. La gente no gana dinero porque nadie sale. Nadie sale porque los negocios están cerrados. Los negocios no abren porque no va nadie. La gente no se mueve porque no hay taxis. Los taxis no trabajan porque no hay clientes.

Los restaurantes estatales están llenos de cubanos que pagan en pesos nacionales por comida que costó divisa. La comida se acaba porque los cubanos van a los restaurantes. Los restaurantes se ponen malos porque tienen mucha demanda de cubanos. La gente está cansada porque hace colas. La gente hace colas con la esperanza de que gracias a esa, no harán otra cola después. La gente hace colas sin saber para qué. Para marcar, para estar cuando llegue algo. Los cubanos ganan pesos pero tienen que comer en emelecé. Los cubanos que tienen euros o dólares están en una luna de miel de bajo costo con la economía cubana. Los hoteles se levantan sobre las ruinas para los fantasmas del futuro.

23 de marzo

Acabo de leer dos crónicas que me dieron ganas de escribir. Para hacer crónicas hay que vivir, y hay que leer buenas crónicas. Y yo invierto demasiada vida de vivir en leer cosas malas. Leí este diario caótico y descubrí que es la tercera vez que digo que quiero escribir; y que hace un año exacto puse las primeras letras de estas naderías.

Mónica Rivero

Fundadora y editora en Matria. Licenciada en Periodismo por la Universidad de La Habana (2012). Editora de OnCuba News (2016-2019) y elTOQUE (2021-2022). Fundadora de Revista Late. Humphrey Fellow en la Walter Cronkite School of Journalism and Mass Communications, ASU. Autora del libro "Por todo espacio, por este tiempo. Con Silvio Rodríguez en barrios de La Habana" (2014).

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