No es sencillo tomar conciencia de nuestros límites y desear transformarnos. La cultura, el orden social, la justicia, los privilegios, van siempre de la mano cuando decidimos mirarnos para cambiar. La paternidad es uno de esos roles sociales que exige ser deconstruido y reconstruido. El pensamiento y la actitud crítica, entendida como comprensión de las condiciones que naturalizan y expanden aprendizajes y actitudes, es un recurso pedagógico para abordar este asunto.
El avance debe ser integral, tocar todas las grandes y pequeñas partes donde anida el desafío de ser padres. La ley, la norma que traza deberes y derechos, es importante, pero no es suficiente. La cultura, los afectos y las actitudes son senderos de un mismo camino liberador.
Con la motivación, y un tanto con la urgencia, de la próxima puesta a boca de urnas del nuevo Código de Familias, converso con mi amigo hermano, Jesús, un padre que ha dedicado parte importante de su vida a educar, con la elección ética y política de hacerlo desde los preceptos de la Educación Popular.
Aclaro que no hablamos sobre Educación Popular –no directamente. Lo hacemos sobre una experiencia paterna concreta que ha sido interpelada por esa comprensión pedagógica liberadora, frente a los aprendizajes sociales y presiones sociales de rol tradicional.
¿Qué desafíos y gratificaciones has tenido en tu experiencia de paternidad?
Hubo un primer y gran desafío que permanece: vivir y asumir mi paternidad desde el nivel de entrega que la concibo. Sobre todo ante exigencias laborales y sociales que atribuyen ese nivel de entrega como obligación de mamá.
Así desafié el estar presente en el parto, en su adaptación al círculo infantil, en sus enfermedades, en el acompañamiento a su vida como estudiante, la compenetración con la escuela, el seguimiento y acompañamiento de su rendimiento escolar y en los momentos más importantes de cierre de ciclos de estudios, graduaciones y estímulos. Y hoy acompañar su vida laboral.
El imponerme a mí mismo, que mi hijo no sea como yo, con mis gustos, mis opciones, maneras de concebir la vida y de actuar. Que tenga su personalidad e identidad propia, independientemente del referente que yo pueda ser para él. Asumir que no es mi propiedad, ni mi molde.
Partiendo de mi ruptura matrimonial con su mamá, de la huella psicológica o afectiva que pueda haber tenido esa ruptura del ciclo familiar, no descuidar mi presencia en su vida cotidiana, mi ocupación y entrega a sus necesidades, sus tiempos y momentos.
El afrontar la paternidad dentro de un núcleo familiar inter-generacional (con abuelo y abuela) y en el espacio (casa) asumido históricamente como el lugar de familiares que no son del núcleo más cercano (mamá-hijo –papá), espacio al que todos, todas, llegan y sienten la potestad y el derecho de decidir.
La influencia de abuelos y abuelas, tío, tía, primos, en la educación, con sus pro y sus contra. ¿Cómo trabajar la independencia, los sentidos de pertenencia, los sentidos educativos desde la relación mamá-hijo-papá en un espacio y estilo de convivencia así?
Como gratificaciones, el mirar los primeros pasos, la risa, los juegos como bebé, niño, joven. La posibilidad de compartir su crecimiento personal.
Las actitudes de humildad, solidaridad y camaradería de mi hijo para con familiares, amigos y amigas, vecinos y vecinas, compañeros y compañeras de trabajo. Su sensibilidad, criterio propio y criticidad. Las muestras de afecto, de confianza y acompañamiento de mi hijo a mi persona en momentos de tristeza y de alegría. Sus consejos. Su salud, su formación profesional, sus éxitos.
¿Qué asuntos, en materia de paternidad, no deberían faltar en la norma sobre familias cubana?
Aun cuando el embarazo y el parto constituye una diferencia consustancial a tener en cuenta en la potestad de la madres sobre hijos e hijas ante divorcios y otros conflictos, no debe faltar el cuidado de los hijos/hijas como deber y derecho, por igual, de madres y padres durante el embarazo, el nacimiento y el desarrollo biosicosociocultural y espiritual de hijos e hijas. La norma debe exigir y dar garantías para lo anterior.
Que la paternidad, al igual que la maternidad, no sean asumidas desde patrones heteronormativos.
¿Cómo has vivido como padre el desafío que representa el mandato social de paternidad hegemónica?
Al re-vivenciar mis maneras de construir y de expresar la paternidad ante el desafío del mandato social de paternidad hegemónico no puedo dejar de colocar esa vida de padre como un proceso en constante tránsito.
Puedo resumir mis vivencias en dos sensaciones fundamentales: contradicción y conflicto interno, individual, con otros y otras; y de crecimiento personal y humano.
En lo interno e individual he vivido contradicción y conflicto entre mi yo heredero de una educación, una cultura, tradición, costumbres, hábitos familiares patriarcales, machistas y mi yo en rebeldía, en contraposición a esos patrones desde la experiencia vivida como hijo en comparación con mi padre.
Un enfrentamiento que no deja de ser tensionante, choques de sentimientos, afectos que han tenido expresión en mis conductas como papá. Desde esa contradicción y conflicto viví arrepentimientos y culpas al descubrirme reproduciendo actitudes que pertenecían a los patrones que criticaba e intentaba oponerme, sobre todo aquellos que responden a la paternidad centrada en la imposición disciplinaria, la posesión y la dominación. Y después llorar desde el más sentido y profundo hecho de amor.
Por suerte no fueron muchos episodios de ese tipo, pero fueron, y dejaron marcas para mí y para el hijo que, como niño, no comprendía cómo se puede ser tan entregado, afectivo y cómplice e impositivo al mismo tiempo.
¿Cuál de esas dos dimensiones de la expresión de mi paternidad venció? Ninguna de las dos. La primera no funcionaba con el padre que sentía y quería ser, la segunda se basaba en el resentimiento.
Paradójicamente, mi paternidad se nutrió más del referente de maternidad de mi madre (afecto, compañía y dedicación); independientemente de que también cayera bajo la crítica de ella, según sus patrones de lo que le tocaba ser y hacer a mamá y lo que le tocaba ser y hacer a papá. Y se nutrió también de la posibilidad y acceso a la educación popular y la apropiación de ella como parte de mi concepción de vida.
Esa contradicción y conflicto entre el patrón hegemónico de paternidad y el padre que quería ser, también ha tenido un costo en la relación con amigos, amigas, compañeros y compañeras de trabajo, con normas institucionales, familiares.
Al ser ese patrón hegemónico parte de la base política-organizativa de las instituciones en la sociedad, desde la familia hasta resto de las instituciones sociales, más allá del conflicto interpersonal dentro de ellas, muchas veces me sentí en conflicto con la norma, con lo establecido y aprobado como positivo y bueno en ellas.
Normas que no daban garantía ni posibilidad a la expresión de toda la dimensión del cuidado y la atención que yo asumo desde mi paternidad compartida con la madre.
Sentirse fuera de la norma me provocó una sensación de exclusión, sin contar el castigo, por ejemplo, el descuento salarial y la ausencia injustificada por ausentarme laboralmente para participar en el parto de mi compañera y el nacimiento de mi hijo, por llevarle al médico, por estar participando de su adaptación al círculo infantil o por quedarme cuidándolo mientras su mamá trabajaba. Sentir el rechazo, la crítica, el calificativo de ser muy centrado en la familia, de descuidar las exigencias laborales.
Los conflictos y contradicciones anteriores con sus costos dentro de mi vida psicosocial, e incluso en la somatización biológica de determinados padecimientos, principalmente trastornos gástricos que se agudizaron durante los primeros años de vida de mi hijo, me ayudaron también a crecer como persona y ser humano, en la medida que enfrentarlos desde mi convicción de padre me sirvieron para profundizar mis afectos, mi sensibilidad y lograr la compenetración y confianza que tengo hoy con mi hijo.
Por otra parte el tiempo me confirmó que no estaba equivocado al ver algunos cambios, aun no suficientes, en derechos y garantías que se han hecho política en los últimos tiempos relacionadas con la paternidad.
Aprendí que la sociedad aun planteándose no encasillar a la mujer en los roles y funciones reproductivas, sigue dándole más valor al hecho de gestar y parir, como razón de más obligaciones y derechos respecto al cuidado y atención de los hijos e hijas que el padre.