«¿Otra vez riendo sola?», se regaña al percibir el tiempo transcurrido frente a aquel fregadero donde cuatro platos sucios batallan con una mente sumergida en la espuma. No puede evitar distraerse: aún duda cómo llegó a esa ciudad, a esa casa, a esa cocina, a esa vida que ya no es la de antes. Todo ha cambiado para Náyare. Pronto conocerá al Rey.
Madrid es un nuevo mundo: las avenidas, la arquitectura, el bullicio, la abundancia en los mercados… «Yo nunca había salido de Cuba y aquí todo me deja boquiabierta, por suerte logro ocultarlo con la mascarilla. En medio de este shock, recibo un correo en el cual me dicen que he ganado el Premio de Periodismo Rey de España, que lo recibiré de manos del propio monarca. No lo podía creer. ¿Dónde está la cámara oculta?», pensó.
Cinco años antes, siendo estudiante de Periodismo, Náyare Menoyo iniciaba su propia historia detectivesca. Tomó lápiz, papel, una guía telefónica, y comenzó a confeccionar una lista con los contactos de todos los hombres que, en La Habana, se llamaran Leonardo Padura.
Por aquellos días asistía a las clases de la profesora Mayra García Cardentey, en las cuales un pequeño grupo de estudiantes se empeñaba en diseñar «el medio de prensa ideal». Para el número piloto de ese proyecto añorado, Náyare se había propuesto entrevistar a Padura, el escritor sobre el cual, un día, llegaría a hacer un documental.
NERVIOS A LA PUERTA
Leonardo Padura vive en Mantilla, un barrio de la periferia habanera. Allí habita la misma casa donde vivió su padre, y el padre de su padre, y que él ha pintado de verde claro para imprimir el toque personal que cada generación le ha dejado al lugar.
Náyare y una amiga llegaron a esa casa con una pequeña cámara, un libro de apuntes y unos nervios con la potencia suficiente como para sentirse al borde de un cataclismo al encontrar frente a ellas un portón cerrado.
«Su casa está en un segundo piso, encima de la de su madre, limita el acceso a la escalera un portón de hierro, que estaba cerrado», cuenta la periodista. «¿Y ahora cómo lo llamo, qué le grito? ¿Y si no escucha, tendré que irme sin nada para mi casa?», pensaba ella entre sudores fríos.
– Grítale «Leo» —sugirió un vecino que las vio dudosas frente a la puerta.
Hoy suelta carcajadas al recordar aquel momento: «¿Cómo iba a gritarle “Leo”? —me dice— …como si se tratara de un amigo de la infancia y no uno de los escritores más grandes de Cuba».
«Empecé a gritar “profeeee, profeeee”, hasta que por fin me escuchó. Y ahí estaba uno de los hombres que más admiro, en shorts y sin camisa lanzándome la llave de su casa para que yo pudiera entrar mientras él se preparaba, porque lo había agarrado desprevenido».
«No hay justificación para no acercarse a Padura —agrega—, es un hombre tan natural, accesible, tan alejado de la imagen altanera que algunos se han empeñado en dibujar de él… Es alguien que puede hablar de cualquier tema, durante el tiempo que desee, y escucharlo es tan provechoso que comienzas a verlo no solo como un gran escritor, sino también como un excelente entrevistado que puede, si quiere, hacerle la vida muy fácil a un periodista».
EL DOCUMENTAL
—Quiero hacer un documental sobre su vida —le explicó la estudiante al escritor, dos años después de aquella primera entrevista.
—Eso nadie te lo va a publicar —se burló él.
Náyare conocía los «contras» y «peros» antes de hacerle el pedido. En los medios de comunicación cubanos se habla poco o nada sobre Leonardo Padura. Ella sabía que su proyecto podía estar condenado a una gaveta, pero aún así reclamaba una respuesta afirmativa.
«Siempre he admirado a Padura, en todos los sentidos —cuenta. En muchos países lo siguen, sus libros se traducen a más de treinta idiomas; también en Cuba la gente lo reconoce en la calle, lo saluda y se toma fotos con él, lo cual puede ser normal para un artista, o un deportista, pero muy raro para un escritor. Me da mucha rabia ver cómo es invisibilizado en su propio país. Yo quería hacer algo al respecto, aunque fuera pequeño».
«Por otra parte —continúa—, quería presentar el documental como mi trabajo de graduación. Yo sabía que un proyecto como ese tenía que emprenderlo siendo estudiante: cuando te gradúas, el tiempo es más limitado, y en la dinámica del día a día vas poniendo a un lado tus proyectos personales.
Lo que haces comienza a ser condicionado por los intereses del medio para el cual trabajas, y muchas veces la autocensura te impide siquiera lanzarte a hacer algo como esto».
Con el sí de Padura inició un proceso de varios meses en los que la estudiante visitaría a la familia del escritor, conversaría con su madre, su esposa Lucía, y amigos que pudieran hablar sobre su obra.
El resultado fueron 42 minutos de Una historia escuálida y conmovedora, como se nombró este producto audiovisual que detalla la infancia, adolescencia, los primeros trabajos y las circunstancias que han acompañado los proyectos literarios de este autor cubano, galardonado en 2015 con un Premio Princesa de Asturias.
Las entrevistas hablan del amor de Padura por los animales, de su relación con los personajes de sus historias, de las ocasiones en las que se sorprende a sí mismo respondiendo a una pregunta como lo haría Mario Conde, su famoso detective, o citando pasajes de las tramas como si hubieran sido vivencias propias. Hablan también de cómo esa peligrosa mezcla de realidad y ficción en la Cuba de sus libros le han hecho presenciar, en ocasiones, la censura y el silencio de los medios.
«No creo haber hecho un documental, este es un producto mucho más profundo que solo se logra realizar con años y estudios de conocimientos que, a pesar de optativas y clases, no adquirimos en la carrera de Periodismo».
EL CORREO SORPRESA
Son las 9:30 a. m. del 2 de marzo de 2021 y un vuelo proveniente de La Habana ha arribado al aeropuerto de Barajas. Dentro está Náyare Menoyo, una recién graduada de Periodismo que planea pasar un tiempo en Madrid.
En sus maletas lleva toda la documentación de una Maestría en Dirección de Empresas para la que ha sido admitida en la EUDE Business School, y del Premio Rey de España de Periodismo no ha vuelto a escuchar desde que se inscribiera, meses atrás, con su trabajo sobre Leonardo Padura.
«En el perfil de Facebook de Rafael Grillo, quien había sido mi profesor en la universidad, veo un artículo sobre los cubanos que habían ganado el premio. Abrí el link, porque todo lo que él comparte suele ser muy interesante, y al final del texto decía que aún estaba abierta la convocatoria de este año.
Comencé a documentarme, y una amiga, que es corresponsal de EFE en La Habana, me asesoró al respecto y me animó a presentarme, así que envié mi trabajo», recuerda Náyare.
Sin embargo, desde que le notificaron la recepción de su audiovisual no supo nada más por algún tiempo y perdió las esperanzas, hasta que recién llegada a Madrid recibe un correo de la agencia EFE, principal entidad organizadora del premio.
«El texto del e-mail comenzaba diciendo que les hubiera gustado darme la noticia en persona, y cuando yo leí ese “me hubiera gustado” pensé: “¡Qué educados son!… mira como me dicen que les hubiera gustado darme el premio, para no hacerme sentir mal cuando me digan que no fue posible”».
Náyare sigue leyendo aquel mensaje y su rostro va de la resignación a la incertidumbre, luego alegría, incredulidad, euforia. Relee el correo. No lo podía creer. Dice que ha ganado un Premio Rey de España en la categoría de Televisión, con Una historia escuálida y conmovedora.
Menoyo sabe que el galardón, además de un enorme reconocimiento a su trabajo, puede representar una gran oportunidad en este momento de su vida. Desde que se graduó, había trabajado en la sección cultural del Sistema Informativo de la Televisión Cubana; los audiovisuales siempre han sido su pasión.
Cuando partió a Madrid se preguntaba si en algún punto volvería a aparecer como periodista tras una pantalla. Ahora, en España y con un premio del Rey, las cosas podrían cambiar para ella.
Hasta el momento, solo tiene una lista de puertas a las que quisiera tocar: «intentaré aprovechar al máximo esta oportunidad; probablemente cambie la maestría que vine a estudiar por alguna relacionada con el mundo del periodismo. Estoy dispuesta a empezar de cero y esforzarme al máximo, aprender y crecer, y si es haciendo periodismo, mejor».
PERSISTENCIA
Náyare tiene experiencia en emprender nuevos caminos, y sabe sacrificarse por sus metas. Al terminar su primer curso en la carrera de Sociología, decidió que quería dar otro rumbo a su futuro y comenzó a estudiar Periodismo.
Durante sus últimos años de universidad se dividía entre la docencia y un trabajo a medio tiempo que le permitía contar con ahorros propios. En Los Almacenes de San José, una gran feria turística donde vendía souvenirs y artesanías los fines de semana, se volvió más comunicativa, ágil y desinhibida.
«Aprendí a ser más atrevida; estaba en un micromundo capitalista donde el más rápido atraía a más gente, vendía más y al final obtenía los mejores resultados. Eso me ayudó a ser más viva, carismática, y a llevar esas actitudes conmigo cada día, porque al final, en todos los ámbitos, si quieres lograr algo debes atreverte a hacerlo».
Con persistencia logró hacer un documental sobre uno de los escritores contemporáneos más importantes de Cuba, a pesar de no contar con medios ni recursos suficientes para producirlo.
«Ni siquiera tenía los equipos necesarios —relata. Un amigo me iba a hacer el favor de filmar y luego no pudo. Por suerte, en la Facultad me prestaron una cámara y otro colega me ayudó con la filmación.
Los gastos de edición, transporte y otros también los tuve que gestionar por mi cuenta. Por momentos resultó difícil, aunque me alentó mucho el apoyo moral, que nunca faltó, tanto de mis amigos y familiares como por parte de mi tutora y la Facultad de Comunicación en general».
«La Facultad es hermosa —agrega—: la gente, lo que aprendes. Sientes que lo puedes hacer todo siendo estudiante. Pero, a la vez, es una burbuja, y el choque con lo que hay fuera es complicado».
TITULAR DEL MUNDO, SILENCIO DE LA CASA
La cubana comienza a sentir el aire frío de esta época en Madrid. Lleva un buen rato batallando con el calentador hidráulico y ahora, cuando por fin lo ha arreglado, espera que el agua tome la temperatura adecuada. «Para colmo no hay ni un cubo en esta casa donde pueda echar agua caliente. Si esto me hubiese pasado en Cuba, hace rato me hubiera bañado», bromea Náyare.
De alguna manera su mente sigue lejos, con su familia, con sus amigos. Quiere contarles todo lo que está viviendo, y ellos, a su vez, le cuentan cómo han asimilado la noticia de su premio. Le han llegado muchísimas felicitaciones de conocidos, de gente querida.
Sin embargo, siendo alguien que trabaja en el ámbito de las comunicaciones, nota rápido cómo la cortina de silencio que rodea a Padura y sus libros en los medios oficiales cubanos también se sitúa ahora sobre ella.
El pasado 3 de marzo, cuando la agencia EFE anunció los galardonados en los Premios Rey de España, medios de todo el mundo replicaron la noticia. En Cuba también lo hicieron varios medios de comunicación, aunque, en general, se notó un gran mutismo en la prensa estatal cubana, incluyendo el noticiero en el cual Náyare, hacía apenas días, trabajaba como reportera.
«Es triste —se lamenta. Vine a España por motivos de estudio, con los permisos correspondientes, pero todavía soy trabajadora de ese medio. Que alguien de tu país gane un premio así es una gran noticia. Lo mínimo que podían hacer era mostrar un poco de alegría».
En un sistema de medios en el que cualquier diploma o condecoración dentro o fuera de Cuba son anunciados como hechos trascendentales siempre que coinciden con su agenda ideológica, los cuatro Premios Rey de España recibidos por periodistas cubanos, así como otros galardones de alto nivel internacional, han pasado inadvertidos.
Autores o temas que se ubiquen fuera del estrecho margen de permisibilidad periodística son condenados con el silencio dentro de su propio país.
Náyare, al entrevistar a ese hombre que ama a los perros y al país variopinto que habita, y tratar de conocer a sus amigos, su familia, sus críticos y aliados, sus porqués, también ha hecho de ella una hereje que pone luz sobre la novela de una vida cuyas ficciones son demasiado parecidas a nuestras realidades.