tía y sobrino Habana

Mi sobrino ocupa casi todo mi corazón

En un año mi sobrino ha cambiado demasiado, ha crecido mucho. Lo noto en las fotos de la última vez que nos vimos, en la manera de hablarme y hasta en lo pronto que se aburre a veces cuando le hago una videollamada.

Hace un año salí de Cuba y alejarme de él ha sido una de las cosas más difíciles. No tengo hijos, pero el sentimiento más cercano a la maternidad me lo produce JK.

Aunque no vivíamos en la misma casa en Cuba, pasamos juntos todo el tiempo que pudimos: dormíamos juntos; lo llevaba o buscaba a la escuela; salíamos de paseo al parque o al estadio de pelota; cantábamos los temas de la novela de turno; lo enseñé a tender la cama, a doblar la ropa, a conectarse a la WiFi y a bajar jueguitos de Google Play.

Mi hermana Ara nunca puso límites en nuestra relación sobrino-tía. Ella iba confiada si me sabía cerca. Tenerme en la vida de su hijo le restaba miedos a ser madre soltera.

Estar lejos de ellos por haber emimgrado es una de mis mayores culpas y remordimientos. Pero también fueron una de mis principales razones; aunque tenga que ver de lejos su cambio de pañoleta, el estirón en su estatura, las responsabilidades que asume en la casa y hasta las primeras «noviecitas».

Hace un año no veo a mi sobrino. Nos separan más de 7,000 kilómetros de distancia, un océano enorme y la incertidumbre de no saber la fecha de regreso…

En un año mi sobrino ha cambiado demasiado, pero hay una certeza que se mantiene intacta: después de mi hermana Ara, es en mis manos de tía donde más cuidado, querido y protegido estará nuestro JK. Mi sobrino ocupa casi todo mi corazón.

tía y sobrino duermen
(Sigue el enlace en la imagen para visitar el dossier)
Glenda Boza Ibarra

Cubana, seguidora de los Santamaría y fanática perdida del grupo Buena Fe. Periodista, apasionada, con defectos, siempre intentando ser justa.

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