Abuelito Tercerito dice que los boniatos fritos tienen su cosa. «Si el boniato se te pone negro como las alas de un totí, se le rocía un poquito de vinagre con agua y se clarea a los pocos minutos. El corte tiene que ser parejo, ni muy fino, ni muy gordo, para que lo puedan masticar bien los que tienen dientes fuertes y los que tienen problemas de dentadura como dientes postizos y dientes flojos».
Israel Segura, como a él le gusta presentarse, con estilo, es el esposo de la abuela por parte de padre de mi hijo Diego. Cuando el niño era chiquito y su abuela Xiomara le presentó a su novio nuevo, él lo bautizó como Abuelito Tercerito, porque su primer abuelo era mi papá, el segundo abuelo es el papá de su papá e Israel sería, a partir de ese momento, su abuelo tercero.
Israel está quedándose unos días en nuestra casita y, para ahorrarnos todo el enredillo que supone presentar a alguien de la familia extendida, lo presentamos a todo el mundo como Abuelito Tercerito.
Él y yo nos quedamos conversando todos los días cuando los otros se van al trabajo y a la escuela. Me habla de Las Cuevitas, el pueblo donde nació, de sus nueve hermanos, de su hija, su nieta y su bisnieta, que tiene un año y pico y sabe contar hasta el 10. Habla del paso de Las Termópilas, en Grecia, y de la caída del Imperio Romano, porque a él le gusta mucho leer; aunque no sea un hombre de letras. Cuenta de los tiempos en los que vendía agua en una carretilla en Holguín y de cuando cosía zapatos y le hacía pelados fashion a la gente de Nuevo Llano.
A simple vista, Abuelito Tercerito parece un hombre chapado a la antigua, porque es cortés como los caballeros de antes y tiene modales finos como los que les enseñaban las madres del campo a sus hijos para que fueran «alguien en la vida». Pero a sus 72 años tiene la mente más joven que muchos que conozco.
Cuando entro al cuarto, lo veo pegado al celular, viendo lo que dicen las televisoras extranjeras de la guerra en Ucrania, porque hay que saber contrastar la información, para uno poder formarse una opinión propia. Desde su formación de militante del Partido Comunista de Cuba y religioso, él cree que dos personas del mismo sexo tienen derecho a casarse y ser felices. Él me dice que las cosas tienen que ir cambiando, que los Gobiernos tienen que modernizarse para saber arreglar todo lo que se hizo mal en otro tiempo. Me dice que, con el perdón de Dios y de su pastor de la Iglesia, él está de acuerdo totalmente con el Código de las Familias.
Israel hace de todo en la casa. Pero lo que mejor sabe hacer es cocinar. Es Maestro de Cocina A. ¡Ha cocinado para un montón de gente de ringo rango! Desde Fulano el presidente del queseyó hasta Mengano el primer jefe del quesecuanto. ¡Tremendo nivel! Y nosotros clasificamos como comensales a pesar de nuestra humilde casta. Lo veo hacernos la comida y lo escucho hablar de la elaboración de los alimentos y es como si diera un discurso sobre la vida, la justicia y la equidad.
Abuelito Tercerito cuenta con cuidado las raciones para que alcance y siempre echa una de más por si alguien quiere repetir. Dice que la cocina es de tiempo y esmero, que cada ingrediente lleva su ritual y que lo que sobra no se bota; se guarda en un pozuelito y luego se le vuelve a dar vida con un poquito de agua, candela y amor. Dice que el huevo se sirve a la orden y que hay que comer a su hora, porque después el organismo se desajusta.
Cuando el Abuelito Tercerito cocina para nosotros tiene en cuenta todos los gustos de la casa y en un mismo caldero sabe cocinar picadillo en bolitas para el bebé Oliver y picadillo desgranado para mi mamá. Pica los vegetales bien finiticos para que a Diego no le molesten y se los coma. A mí me sirve frío y a Jorge le sirve caliente. Hace la vianda entera para unos y aplastada para otros. Él come despacio y poquito, atento a las caras de nosotros mientras degustamos su comida.
No sé si fue con su mamá allá en Las Cuevitas donde aprendió Abuelito Tercerito a pensar en todos, a respetar los gustos culinarios de cada persona y a cocinar con amor para toda la familia. Lo cierto es que tenerlo en casa ha sido una bendición, otra muestra de las maravillas de mi familia extendida.