Foto: Jorge Ricardo

El problema de la teta

Dar la teta cansa, restringe tu movimiento, te encadena a tu hijo; y a la vez es lindo, placentero y cómodo en muchos aspectos.

Hace dos años y un mes que amamanto a mi segundo hijo. Para él la teta ha sido el principal alimento, su placer, su calma, su refugio. Con mi primer hijo la lactancia también fue a libre demanda y, justo el día de su segundo cumpleaños, de mutuo acuerdo, abandonamos la amorosa práctica. Varios especialistas nos dijeron que los 2 años era la mejor edad para destetar al niño.

Había escuchado historias sobre lo traumático del proceso; pero mi hijo y yo fuimos conversando meses antes, de modo que él sabía que el día que soplara la velita sobre el cake, tendría la última noche con su teta. Y así fue. Nunca más la pidió. La leche se me secó a los pocos días y volví a tener senos pequeños. Cuando nos bañábamos juntos, Diego miraba con tristeza mi pecho chato y me decía: «Mamá, ¿qué les ha pasado a tus teticas?». 

Con Oliver ha sido distinto. Está más apegado a la animalidad. No habla y ni siquiera sabe soplar la velita. Entiende todo, pero no podemos saber qué piensa. Su papá y yo teníamos planificado terminar la lactancia justo a los 2 años; pero como no podemos sostener una conversación con el niño, hemos descartado la idea. Nos parece arbitrario tomar una decisión por él, sin que tenga oportunidad de opinar, disentir o aceptar. Decidimos mantener la teta por tiempo indefinido.

Algunas de las principales asociaciones nacionales e internacionales como la Organización Mundial de la Salud, Unicef, la Asociación Española de Pediatría, la American Academy of Pediatrics, la Australian Breastfeeding Association y la Canadian Pediatric Association recomiendan que la lactancia materna sea el único aporte de alimento hasta los 6 meses del bebé, y después complementar con otros alimentos al menos hasta el primer año o los 2 años de edad, pudiendo mantenerla todo el tiempo que madre e hijo deseen. No hay un límite superior establecido para finalizar la lactancia. 

Aunque en otras culturas es algo habitual y cotidiano, la lactancia materna por encima del año de edad es relativamente poco frecuente en los países occidentales. Las madres que deciden seguir amamantando a niños mayores encuentran barreras y rechazo. 

El problema de extender la lactancia «hasta que se seque el malecón», es que la gente no te mira bien. Dejan de traerte agua, juguitos, malta con leche, ni siquiera traen cocimiento de bejuco de boniato. Ya los senos no parecen melones de agua; ahora parecen chicles que se estiran hasta el infinito. Y la gente te dice que de ahí ya no sale nada, que tus tetas son chancletas y que ese niño lo que tiene es un vicio. A veces me lo creo y me aprieto a ver si sale algo. Siempre salen cuatro o cinco chorros de leche tibia. Entonces mi compañero de vida, mi esposo, mi novio y mejor amigo me dice convencido: «Siempre que el niño chupe, va a haber leche».

El problema es que no puedo salir de noche, ni irme de viaje, porque Oliver se despierta varias veces a chupar la teta. Cuando he viajado por trabajo me lo he llevado a él, y a su papá para que lo cuide. Tampoco puedo estar fuera en el horario de la siesta, porque sin la teta no se duerme. 

El problema es que Oliver come como pajarito. Solo se lleva a la boca lo que le gusta mucho y cuando le da la gana. No come por hambre, sino por placer y eso desespera a su abuela, que dice: «El niño no come nada y la culpa es tuya por darle tanto la teta».

El problema es que solo me puedo poner unas cuantas ropas con las que me resulta fácil sacarme la teta. Más de la mitad del armario está en desuso. Y ando siempre con las blusas estiradas por la parte de adelante.

El problema es que no es una teta, Oliver necesita las dos: una en la boca y la otra entre sus deditos sintonizando el programa radial de su preferencia.  

Hace poco estuve en una reunión de trabajo a la que llevé a Oliver y en algún punto de la larguísima charla, él me sacó la teta y se acomodó gustosamente sobre mí. La señora que presidía el encuentro se asombró de aquel acto de desparpajo total y me dijo con firmeza: «Uno no cría a los hijos para uno, sino para la sociedad». Añadió que ese niño está muy grande para chupar la teta, que esa «agua» no le aportaba nada y que los senos de una mujer son de los maridos. Le sonreí con amabilidad como agradeciendo sus consejos. Oliver, que entendió todo, agarró su teta con una mano, con la otra sintonizó su programa «Me sale del alma» y así siguió hasta el final de la reunión. 

Con los años de vida y los años de lactancia, que llegan a cuatro entre mis dos maternidades, me he vuelto tolerante. Muchos sienten que con sus comentarios pueden ayudar; casi nunca hay maldad en ellos. Solo pienso que, si la gente fuera igual de crítica con los que mienten, los que estafan y los que tienen dobleces en la moral, el mundo sería más bonito. Prefiero ver a mujeres amamantando a niños grandes con sus tetas chiclosas.

A pesar de las complejidades y las malas caras, para nosotros la lactancia ha sido una felicidad, un placer y una comodidad. Hemos llegado hasta aquí por decisión propia, sin que nadie nos haya impuesto nada. Hemos optado por ser consecuentes con la crianza que le hemos dado a nuestro niño. Tal vez podríamos haberle quitado la teta, tal vez podría salir de viaje; él lloraría y daría unas malas noches, pero al final se acostumbraría. Sin embargo, preferimos esperar a discutirlo con nuestro hijo.

Estamos agradecidos por las grandes ventajas que nos ha dado la lactancia materna. Nunca hemos tenido que preparar un biberón de leche, nunca hemos cargado con comida para salir a la calle. Si el niño no come lo que hay en la casa, no nos preocupamos. Siempre ha estado sobrepeso y sobretalla para su edad. Nuestro bebé, aunque no se coma un plato lleno de comida, tiene una energía inagotable. 

No formo parte de ningún grupo o asociación prolactancia ni soy una activista de la teta, por eso no me detengo a exponer con detalles y cifras las ventajas de la lactancia materna. 

Dar la teta cansa, restringe tu movimiento, te encadena a tu hijo; y a la vez es lindo, placentero y cómodo en muchos aspectos. Hemos sido muy felices con la lactancia. Oliver coge la teta de cabeza, parado, sentado, acostado, cargado y como se le ocurra. 

No se ha demostrado que la lactancia extendida represente riesgos para bebés ni para madres; el mayor riesgo es el rechazo social, presente en muchos países por parte de familiares y profesionales de la educación y la salud. Muchos creen que es abusivo para las madres convidarlas a la lactancia a libre demanda. Entiendo y respeto esas posturas. Cada quien es feliz a su modo. Hemos sido teta-hippies desde el primer día y somos un grupo pro-teta, convencido y ferviente, de tres integrantes: mamá, papá y bebé. 

Isabel Cristina

Mamá de dos hijos varones. Teatróloga. Escritora. Máster en Pedagogía del Teatro. Profesora de la Universidad de las Artes (ISA).

Esta entrada tiene 7 comentarios

  1. Juan Luis Serrano

    Viva la Teta Hippie!

  2. Laura Esther Rodríguez Barthelemy

    Gracias por estas palabras Isabel, me he sentido identificada con cada letra. Yo también soy pro teta jajaja doy mi vida a mi hijo y no me molesta hacerlo feliz. Fueron los primeros 6 meses más maravillosos de una conexión infinita donde sólo éramos los tres Mateo, la teta y yo, claro y papá incondicional en todo momento. Luego comenzó a amar los alimentos a su tiempo y con mucho deseo, si porque Mateo si come de todo jajaja en eso es igual a mi pero su teta es la preferida. La q lo mantuvo cuando se intoxico, o cuando se empacho, gracias a la lactancia nunca dejó de recibir nutrientes. Y alguna lágrima me ha salido leyendo tus líneas porque estoy feliz de saber q otras como yo pasan por las mismas cosas. Pero nuestras razones son nuestra fuerza. Ya casi Mateo cumple 2 años y ni toda la psicologia del mundo me dice como apartarlo de su teta. Pero tampoco me preocupa, seguiré despertando en la noche, escogiendo la ropa para salir q sea comoda para amamantarlo y seguire disfrutando de hacerlo feliz. Viva la lactancia

  3. Celia

    Me encantó!!!! Identificada al 100%. Tengo una nena de 3 años y 7 meses y aunque me siento agotada, para ella la teta es su remanso de paz y de calma. Por tanto, a libre demanda hasta que ella quiera. He reido a carcajadas con los deditos sintonizando la emisora!!!!!😂😂😂. En mi caso es Idem!!! En fin… He disfrutado mucho tus líneas. Gracias infinitas y felicidades!!!

  4. Araisa

    Ya son 2 años y dos meses, con sus tetas, y contando, Laurent como de todo y en grandes cantidades, pero su teta le da paz; Laurent duerme la siesta solo con su seño, con su abuela, con su papa y también con su teta, he llegado a dejarlo solo dos noches con la abuela para salir, y siempre regresa a su teta, se queda siempre el tiempo que el considera necesario para saldar esa separación, como diciendo ok mamá no estábamos juntos pero ya tengo a mi teta.
    Hay momentos difíciles y momento en se solo me siento tranquila si le doy su teta.
    Nos ha salvado de cada fiebre, cada malestar, cada salida de diente sin comer.
    Felices siempre, eso si.
    Muchas gracias por compartir

  5. Claudia López López

    Hermosas palabras, mi niña de casi tres años, no chupa la teta, pero es su consuelo cuando se siente triste por un golpecito que se dio al caer o cuando siente que no puede expresar sus emociones, y sobre todo para dormir, lactó hasta los 20 meses.

  6. Yudith

    Excelente y muy cierto…sólo el que ha vivido ésa experiencia sabe lo que es sentir el placer de ser verdaderamente madre…lo digo con conocimiento de causa…esto es saberse madre..saber que tu niño depende de ti..saber cuán lo disfrutan..saber qué no importan las consecuencias si ese niño desea estar más cerca y dependiente de ti…en fin algo único y hermoso que no todas hemos podido o no hemos querido experimentar…¡¡¡ fisfrútalo mamá..!!!

  7. Tania

    Me encantó tu escrito me identifique con cada una de tus palabras porque yo amamante a mi hija menor hasta los 10 años de edad y no hicimos caso a las críticas pero si fuimos muy felices

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