Mientras trancurre la discusión del Código de las Familias, cada día se levanta la gente en Cuba con nuevas preocupaciones y miedos. Que si le van a quitar a sus hijos, que si se los van a volver homosexuales en las escuelas, que si van ahora a tener que dejarlos ser niña, niño o almiquí, según como ellos tengan el día, que qué es lo próximo, «¿legalizar la pederastia, el sexo con matas de plátano, la moda unisex?». (Juro que lo acabo de ver, literalmente, en un comentario a la transmisión directa de una amiga periodista sobre el tema).
Para tratar de espantar algunos de estos pánicos, deberíamos empezar por diferenciar «sexo» y «sexualidad», porque muchos los están usando como sinónimos. «¿Cómo se les va a hablar de sexualidad a los niños? ¡Les van a robar la infancia!», vociferan algunos.
Cuando utilizamos el término «sexo» podemos estar hablando de genitales o de relaciones sexuales, pero «sexualidad» es otra cosa; un concepto amplísimo que comprende las identidades, los roles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexo-afectiva. Y claro que a los niños y las niñas hay que hablarles de esos temas.
Primero porque es lo que hemos hecho siempre. Que las niñas se vistan de rosado y los niños de azul es una expresión de sexualidad. Que las hembras jueguen a las muñecas mientras los varones juegan con pistolas o carritos. Que a un niño se le pregunte cuántas novias tiene. Que a una niña se le diga que no puede vestir de tal forma delante de los hombres.
¿Qué otras cosas también atañen a la sexualidad?
Que los niños aprendan a identificar las situaciones de abuso y a denunciarlas, así se trate de su padre, su abuelo o cualquier persona de su ámbito familiar.
Que se les enseñe que la homosexualidad no es una enfermedad y que existen familias compuestas por dos mamás o dos papás; que todos tenemos el derecho de amar a la persona que queramos.
Que las personas trans y no binarias existen.
Que una niña o un niño puede ser lo que desee, estudiar lo que quiera, con independencia de sus genitales o su género.
Que no todas las mujeres tienen o quieren ser mamás.
Que los papás también tienen la responsabilidad de cuidar a sus hijos.
Y estas son las pretensiones del Código de las Familias. Pero más allá de esto, y para esa gente que aparentemente desembarcó en la Tierra de una nave nodriza, porque no experimentaron estas cosas de niños, sí, los niños se tocan y aprenden qué les provoca placer en sus cuerpos desde muy pronto; se masturban, se excitan, establecen juegos de reconocimiento con sus pares. ¡Y esto es totalmente normal!
Lo que no es normal es el abuso por parte de los adultos, el no cuestionar una sociedad que odia lo que se sale de la heteronorma y lleva a adolescentes al suicido y a las enfermedades mentales.
Estamos en el siglo XXI y hablando de derechos humanos, de derechos de los niños y las niñas, de responsabilidades de sus adultos a cargo. Abran esas entendederas, nadie quiere pervertir a los niños cubanos; queremos, al contrario, legarles un mundo con más derechos y más posibilidades de crecer felices.