Soy bisexual… Decirlo y entenderlo me costó muchísimo. Después de 26 años, dos matrimonios y dos hijos, tuve mi primera pareja mujer.
Mi madre fue la única persona a la que le di la noticia. Los demás miembros de mi familia se enteraron por ella o porque lo dedujeron al verme. Lo tomó mal al principio. Luego, al ir a visitarnos y estar más cerca de nosotras, cambió totalmente de parecer.
En mi trabajo muchos me criticaron y se alejaron. Con otros, la relación siguió «casi igual». Entonces era solo «Yary», hasta que me convertí en «Yary la lesbiana» para mis conocidos heteros y «Yary la confundida» para los gays. Tristemente conocí por primera vez la discriminación en mi propia piel. Más de una vez escuché de mis propias amistades gays y hasta de mi pareja que mi orientación sexual era solo una fase, o que por considerarme bi era más propensa a ser infiel.
Actualmente soy muy desconfiada al hablar de mi bisexualidad con otras personas, ya que desgraciadamente la bifobia (el odio y discriminación hacia personas bisexuales) es un fenómeno real. Debido a que mi identidad es una especie de punto medio entre los extremos en que ubican algunos ser hetero u homo, las personas bisexuales como yo sufrimos marginación, prejuicios o invisibilización desde ambas comunidades… ha sido un proceso duro para mí: entre entenderme yo misma y enfrentar a la sociedad.
Nuestra felicidad como familia
Mis hijos tienen 6 y 9 años y son niños felices. Elegí contarle al mayor mediante una psicóloga, pero él ya sabía, entendía, y la clase de psicología nos la dio él.
En esos 4 años (ya tengo 30) vivieron una vida basada en el amor y el respeto como la habían vivido siempre y como la viven ahora que soy mamá soltera.
Mi hijo menor vive con sus abuelos. Tiene abuelitis, no duerme si no es con ellos. El papá y yo apoyamos, pero su día a día, su educación y cuidado está mayormente en sus manos, y lo hacen con todo el cariño del mundo y merecen también tener derechos legales (por mi parte ya los tienen) en las decisiones y vida de mi hijo.
Existe la posibilidad de que mañana pueda tener una pareja hombre o mujer y nada va a cambiar en nuestra felicidad porque una familia, más allá de cómo esté compuesta, donde hay amor, confianza y respeto siempre será funcional.