Barriga llena, corazón contento
Con mis dos hijos, con casi una década de distancia en el medio, he asumido dos maneras distintas de presentarles el viaje infinito que es la comida.
Con mis dos hijos, con casi una década de distancia en el medio, he asumido dos maneras distintas de presentarles el viaje infinito que es la comida.
Dar la teta cansa, restringe tu movimiento, te encadena a tu hijo; y a la vez es lindo, placentero y cómodo en muchos aspectos.
Con el tiempo me fui dando cuenta de la importancia de los límites del «no». Romper también es una forma de aprender a crecer.
Muchas teorías parecen culpar a las mujeres por su «egoísmo». Me resistía a la idea de ser una «mala madre» antes de que me dieran la oportunidad de demostrar lo contrario.
Los padres nos debatimos entre los consejos, las tradiciones familiares y las orientaciones de los médicos. Cada uno cría a los hijos como puede, como siente y como intuye.
Nos decían que ese chinito estaba muy lindo y que había que protegerlo mucho de las malas vistas. Al principio no creí en esas cosas de viejos, cosas del campo. Decía que eran creencias de gente ignorante. Pero siempre terminaba santiguando a mi hijo con una ramita de albahaca.
El síndrome del príncipe destronado forma parte de la caterva de síndromes que acompañan el complejo proceso de la maternidad. El rimbombante nombre no es más que los celos que surgen en un niño ante el nacimiento de un nuevo hermano.
La conexión madre e hijo genera un nuevo sentido. Ya no el sexto, que tanto se menciona, y es atribuido a tantas y tantas percepciones, sino otro. Es la intuición de mamá.
Bebés y niños pequeños muestran especial cariño por un objeto concreto. El objeto de apego o transicional es un término introducido por el pediatra y psicoanalista inglés Donald Winnicott para definir la primera posesión del bebé.