Mediados de marzo. Cuatro pequeños cubanos miran a una cámara de celular desde algún bosque en la frontera entre Polonia y Bielorrusia. Detrás de gorros y abrigos se nota su desamparo, reforzado por la voz desgarrada de una madre que pide ayuda.
Forman parte de un grupo de unos treinta cubanos procedentes de Rusia que quedaron atrapados en el contexto del conflicto en Ucrania. Son apenas una trágica punta del iceberg de los niños cubanos que hoy están en una situación incierta y difícil en Rusia y otros países del este de Europa. Nadie sabe cuántos son.
Destino: Moscú
Desde hace años el régimen de ausencia de visado convirtió Moscú en uno de los destinos más atractivos para los cubanos. Muchos van a Rusia a comprar mercancías para venderlas después en Cuba. Pero otros viajan sin pasaje de vuelta.
No pocos vendieron todo lo que tenían en la isla con la esperanza de escapar de una situación precaria y llegar a Rusia, fuera con el objetivo de seguir camino a Europa o de establecerse. Pero el sueño se puede convertir fácilmente en pesadilla.
Sonia es una habanera de 34 años, madre de Marian, de 12, y de Nicholas, nacido en Moscú hace un año y tres meses.
«Llegué a Rusia con mi esposo y mi hija el 3 de noviembre de 2019, como turistas. Quedé atrapada aquí por la COVID-19 y los vuelos suspendidos». Salió embarazada. Al retomarse los vuelos internacionales, le fue imposible regresar a Cuba por su tiempo de gestación y su situación económica.
«Me ayudaron asociaciones que pagaron los gastos médicos de mi embarazo por ser de alto riesgo. Gracias a ellos, di a luz sin inconveniente; aunque mi hijo estuvo un mes en cuidados intensivos al nacer, muy complicado de salud», cuenta.
La odisea de Sonia solo comenzaba. Sin estatus legal, sin trabajo, a expensas de estafas, no ha sido fácil mantener a dos niños en un país extranjero, con un idioma desconocido y un clima hostil.
Casos así cada día tocan a la puerta de Pedro Luis García, un joven abogado cubano residente en Moscú que comenzó a ayudar a sus compatriotas durante la pandemia y ahora trabaja en un bufete dedicado a temas migratorios.
«Son muchos los cubanos que llegan a Rusia con la idea de poder radicarse en el país. Lo cierto es que, al chocar con la cruda realidad, se dan cuenta de que no era tan sencillo como se lo habían pintado», cuenta Pedro.
Salto al vacío
«Lo que más me sorprende de algunas personas que me contactan, es que, sin conocer siquiera el idioma ni la cultura traen a sus hijos pequeños. Entiendo que un buen padre o buena madre no dejaría a sus hijos atrás; pero es muy arriesgado precipitarse a un país desconocido y no listo para inmigrantes. Es una carrera por la vida con niños que pasarán el mismo trabajo que los adultos, o más», comenta el abogado a propósito de los enormes riesgos que están dispuestas a asumir estas familias al abandonar Cuba.
Pasados los tres meses de estancia permitidos para los cubanos que viajan como turistas, los niños devenidos inmigrantes, al igual que sus padres, carecen de derechos y de cualquier posibilidad de regularizar su estatus migratorio. Ni siquiera los nacidos en suelo ruso de padres indocumentados, como Nicholas. Rusia no otorga derecho a la ciudadanía por nacimiento, sino por descendencia.
Sonia lo tiene claro: «El país, aunque haya nacido aquí, no lo reconoce como ruso. No hay un seguro médico que pueda pagar porque no tenemos estatus legal. [A los menores en su situación] no se les permite estudiar, por eso mis hijos no tienen vínculo con otros niños».
No obstante, ¿existe alguna forma en que un cubano pueda obtener documentos mediante el nacimiento de un hijo en la Federación Rusa? Según García, «la respuesta corta es sí; pero no es un proceso rápido. Requiere tiempo, paciencia y dinero. Hay que pagar mucha documentación y trámites», detalla.
Por ahora, Sonia logró conseguir, con una de las iglesias que la ayudaron, un seguro médico para Nicholas, que ha seguido enfermándose y ha requerido atención médica, algo complicado de todos modos por la barrera del idioma.
Para Marian también ha sido difícil. Hasta hoy no ha podido integrarse, a pesar de que, según su madre, «a ella le gusta» Rusia.
«Le he preguntado mucho si quiere regresar a Cuba; su respuesta es no. Ella solo me pide estudiar. No poder ofrecérselo es lo que me frustra: es una niña tímida y la escuela la ayudaría a relacionarse», dice Sonia.
Pedro Luis García ha hecho algunos esfuerzos para que exista, al menos, una opción. «Gracias a la cooperación de un grupo de personas y la iniciativa de la Agencia Bera, en la que trabajan abogados cubanos, se gestionó el acceso de cubanos a una escuela privada, con un pago mínimo. Su directora estuvo de acuerdo en pos del bienestar de los niños; así que ya existe un grupo de padres felices porque sus hijos se están incorporando al sistema de educación ruso, el idioma, la cultura y la historia», cuenta. Pero está lejos de ser una solución para todos. «Algunos, por cuestiones monetarias, han dejado de llevarlos a la escuela y a otros simplemente no les interesa», explica.
Para Sonia es «casi una burla». Le resulta imposible pagar cada mes 17 mil rublos (unos 170 dólares al cambio actual), más el gasto diario por transporte y comida. «No sé, saca la cuenta y dime qué cubano puede pagar eso».
En la calle con -20 grados
Una escuela privada es una quimera para muchos, que primero deben preocuparse por darles a sus hijos un mínimo techo y un plato de comida.
A Pedro Luis García esa realidad le «aprieta el pecho». Con cierta frecuencia recibe «llamadas de personas que piden ayuda porque se han quedado en la calle y han agotado sus recursos monetarios».
«Del periodo de la pandemia, que fue el más difícil, me quedé con contactos de algunos refugios. Los uso en casos extremos, como los de padres en situación de calle con hijos pequeños, a merced de temperaturas de -20 grados».
Es la historia de Nelly y su familia, oriunda de Pinar del Río. Tras meses en Moscú y un intento fallido de marcharse a Macedonia del Norte, decidieron regresar a Cuba, pero fueron estafados al comprar los pasajes. No les quedó más opción que irse a la calle, con temperaturas bajo cero y dos niños, de 2 y 4 años.
Después de varias publicaciones en redes sociales, incluida una del Consulado cubano, pudieron recibir techo y apoyo de varios connacionales, y lograron volar; pero aún recuerdan con horror la experiencia de temer por la vida de sus hijos a la intemperie en una ciudad helada.
«Nos quedamos más de una vez en la calle. Sobrevivimos gracias a cubanos que nos ayudaron con renta, comida, dinero…», cuentan desde Cuba.
Entre los que colaboraron estaba Pedro Luis. «Ellos se pararon en la entrada de la Embajada cubana; pero esta no tiene poder monetario ni cómo gestionar albergue para personas que vienen por su cuenta y se quedan sin nada en Rusia. Algunos funcionarios me han llamado para que los apoye en la búsqueda de una solución», explica.
En esos casos ha acudido «a las entidades rusas que se dedican a recoger a sus propios ciudadanos desprotegidos. Los acogen y les brindan alimento, ropa e incluso donde quedarse. Como ciudadano ruso, he usado estas entidades para ayudar a mis paisanos».
No todos son agradecidos y, en algún caso, «aunque hayan estado dos horas antes en la calle, con niños, comienzan a exigir “a punta de pistola” mejores condiciones, como si fuera un derecho. Otros lamentablemente cometen actividades delictivas, roban en estos lugares, por lo que estas entidades no quieren seguir prestando servicio a los cubanos», explica.
Abusos y trabajo infantil
Desde Cuba, hace poco, un abuelo pedía protección para su nieto a través de una publicación en Facebook. El menor presuntamente estaba siendo abusado por su padrastro. De ser cierto, él y cualquier otro menor en un situación similar se encuentran en total estado de indefensión. Entre la barrera idiomática y el estatus ilegal, la intervención de las autoridades se hace imposible. Y los golpes no son el único tipo de abuso que pueden sufrir en el seno de la propia familia.
García comenta que «hay padres que, por desconocimiento de la ley, creyendo que en Rusia un niño de 14 años puede trabajar a la par de un adulto, permiten que sus hijos trabajen en la construcción, un ámbito absolutamente inadecuado y, además, acechado por autoridades policiales y migratorias».
«Hubo un caso en que detuvieron al padre y al hijo, menor de edad, que trabajaban en la construcción. Al padre lo multaron y al menor lo pusieron bajo vigilancia en una casa de acogida. La familia nunca más se comunicó conmigo; pero lo último que supe es que las autoridades se negaban a devolverles el menor a sus padres por haberlo forzado a trabajar», comenta el abogado.
Sin pasaje de regreso
A pesar de los obstáculos, la crisis económica que provocan las sanciones a Rusia y la inestabilidad en la región, muchos cubanos no conciben el regreso a casa. Algunos no disponen del dinero necesario (un boleto solía costar alrededor de 1000 euros, ahora aun más) y, en todo caso, los vuelos internacionales están prácticamente suspendidos. Muchos prefieren no volver.
Sonia solo pide para sus hijos que les permitan estudiar en Rusia y puedan mejorar su calidad de vida. «En mi país natal es precaria», sentencia.
«Yo en Cuba no tenía nada, ni vivienda. Aquí, a pesar de mi estatus, mis hijos tienen lo necesario para comer y lo básico para vivir. Si ellos pudieran estudiar y yo trabajar sin inconveniente, sería perfecto», afirma. «Si no fuera posible, trataría de irme a otro lugar; a Cuba no quisiera regresar. Si estuviera allá ahora quizá tendría problemas, porque no estoy de acuerdo con muchas cosas y yo no sé callarme».
Cruzar fronteras
Son miles los que arriesgan todo, incluso con hijos pequeños, al tratar de entrar a Europa a través de Bielorrusia, Finlandia, Serbia, Macedonia del Norte, Grecia… Rutas tradicionalmente usadas por migrantes de Oriente Medio, en especial desde que se clausuró el acceso a través de los Balcanes occidentales entre 2015 y 2016. El destino deseado por los de la isla suele ser España, donde radica la comunidad de emigrados cubanos más numerosa en el continente y la segunda más grande después de Estados Unidos.
«La mayoría no lo logra», advierte García. «Son detenidos en las fronteras, o los hacen regresar con cuños de deportación para Cuba, con todo perdido. Otros tienen la mala suerte de ser detenidos en centros migratorios, en los que separan a los menores de los adultos».
«Hubo un caso de unos cubanos con una niña que trataron de cruzar la frontera de Lituania y allí fueron arrestados a punta de cañón y soltados después en un lugar remoto», cuenta el abogado. Los últimos meses de 2021 el número de migrantes en movimiento por esta zona se duplicó. La crisis acaparó titulares durante semanas.
La congestión y los peligros de estas vías de acceso a Europa se han complicado más desde febrero debido a la situación en Ucrania. Unos 3,5 millones de refugiados han escapado del país; y se han militarizado y reforzado las fronteras de la Unión Europea.
Aún se desconoce el destino de los pequeños del bosque bielorruso-polaco. Con un poco de suerte, estarán en un lugar más seguro. Como dice el proverbio inglés, «que no haya noticias es buena noticia»; aunque el silencio en casos como este no siempre sea buen mensajero. La tragedia continúa acechándolos a ellos y a muchos otros niños cubanos que han desembarcado en este invierno.
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Esta entrada tiene 7 comentarios
Excelente Artículo!!!👏👏👏
Mi hijo menor de 27 años de edad fue de visita a Rusia y su pasaje de regreso era para el día 27 de marzo y como están suspendidos los vuelos de Aeroflot no pudo regresar a Cuba.Ahora está sin recursos económicos para subsistir,ni para pagar hospedaje, comida,ni puede trabajar.Ahora por causas ajenas a su voluntad no puede retornar a Cuba y nosotros sus padres estamos volviendonos locos y sin poder hacer nada y no se recibe ayuda de las autoridades consulares.
Muy buen y esclarecedor artículo. La familia de una cliente están allá desde antes de la pandemia, intentaron venir dos veces sin suerte. Allá siguen y ella aquí, con el corazón partido.
Muy buen artículo, esta muy bien descrita la situación por la que pasan muchos de los cubanos que viajan a Moscú
Muchas gracias, esto es periodismo. Ahora toca a nosotros.
Duro… Estás cosas y peores pasan diario en elu do entero y es un cáncer que no queremos ver ni curar. Pero cuando lees/sientes que le pasan a personas cercanas, cuando imaginas que el otro día pudiste compartir con ellos una cola o un transporte, es como si te dieran un bofetón que se te queda marcado.
Es necesario que la labor periodística nos haga TOCAR las realidades. GRACIAS
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