Celia Limia partió de Cuba a los veintiséis años. Fue a Chile para continuar sus estudios de posgrado relacionados con el cáncer. A pesar de no conocernos previamente, el proyecto de esta entrevista devino en una naciente amistad en la cual, encontrarnos en un punto medio entre ciencia y filosofía, generó una nueva unión y respiración conjunta.
Estudió Bioquímica en la Universidad de La Habana. Al terminar, comenzó a trabajar en el Instituto de Medicina Tropical (IPK). Allí cursó una maestría en Virología. «Trabajaba con virus oncogénicos que podían ser factores de riesgo para el desarrollo de tumores como el virus del papiloma humano, asociados con el cáncer cervicouterino, anal, tumores de cabeza y cuello».
En específico, en el IPK trabajaba dentro del área epidemiológica, en temas relacionados con población de riesgo. Estudiaba la prevalencia de estos virus en la población cubana y determinaba posibles factores de riesgo asociados al desarrollo de las enfermedades. Pero Celia deseaba trabajar en otro tipo de enfoques más relacionados con investigaciones básicas, que buscaran entender los mecanismos entre la relación virus-célula, la cual provoca transformaciones celulares.
«Fui a un congreso en Italia y conocí a dos doctores quienes me hablaron sobre cierta oportunidad de hacer un doctorado en sus laboratorios. Uno de ellos radicaba en Santiago de Chile y a ese postulé. Para el proceso pude conectarme a través de un correo institucional que tenía mi mamá. Así hice el examen. Luego, debía tener una entrevista por videollamada, pero yo expliqué que en Cuba no había Internet para eso; que solo teníamos wifi en algunos parques. Finalmente, decidieron llamarme por teléfono. A pesar de las dificultades, logré pasar todos los filtros y fui aceptada».
Irse de Cuba fue una decisión muy difícil para ella y para su esposo. Separarse de la familia y de los amigos era doloroso. También, estaba la cuestión laboral. «En el IPK había crecido mucho. Tomar esa decisión fue complicado. En Cuba, por lo general, dejar un trabajo a causa de procesos migratorios implica dejar de luchar por el proyecto; abandonar la causa». Sin embargo, la reacción de sus colegas fue muy positiva. La apoyaron y le dijeron que siempre podría volver a trabajar con ellos.
Desde su tesis de pregrado, Celia ha estado muy cerca de investigaciones sobre el cáncer: relaciones de respuesta del sistema inmune, transformación tumoral. Incluso, su tesis de maestría fue sobre pacientes VIH positivos y lesiones precursoras de cáncer asociadas a la presencia de genotipos de alto riesgo del virus del papiloma humano. El doctorado que haría en Chile sería en ciencias biomédicas.
Durante el doctorado, a pesar de alejarse de la virología, continuó en un proyecto vinculado al área del cáncer, en particular sobre la respuesta a proteínas mal plegadas y su relación con la metástasis. «Este es un mecanismo de adaptación en las células que se activa por fallos en el plegamiento de las proteínas. Como no se pliegan bien, se acumulan y se genera estrés en las células. Si no se soluciona puede llevar a la apoptosis. Para evitarlo, existen mecanismos de respuesta adaptativos.
Todo esto se ha asociado a enfermedades neurodegenerativas, pero en los últimos años se han encontrado muchas evidencias que relacionan este mecanismo con la progresión tumoral en diferentes tipos de cáncer. Nunca pensé en ser parte de un departamento así, pero la relación entre este mecanismo y el cáncer me fascinó. Mi tesis doctoral, en efecto, fue sobre la relación entre la respuesta a proteínas mal plegadas, la migración celular y la relación que pudiese tener con las metástasis.
Nuestro objetivo era intentar determinar si el mecanismo podía ser un factor que favoreciera la metástasis, para eventualmente tratar de inhibir el movimiento y evitarlas. Elegimos como modelo el melanoma por ser un tumor altamente metastásico. Al final de la tesis, encontramos indicios que mostraban lo contrario. Al parecer dicho mecanismo, al menos en melanoma, actúa suprimiendo el proceso metastásico».
También en el doctorado, y gracias a uno de sus profesores guía, consiguió una beca de cotutela con un laboratorio en Francia. Esto posibilitó que saliera con doble titulación y reforzó sus conocimientos en oncología. Estuvo catorce meses y regresó a Chile justo para terminar los últimos experimentos, redactar y defender la tesis.
Acabando, comenzó a buscar trabajo. «Quería salirme de la academia. Es demasiado compleja, elitista, competitiva e inestable económicamente. Encontré oportunidad en un laboratorio de diagnóstico molecular y biomarcadores, en el cual se trabaja en lo fundamental con tumores.
Nos llegaban biopsias de diferentes tipos de tumores y analizábamos los marcadores moleculares que ayudan al oncólogo a identificar el diagnóstico, determinar una posible resistencia a terapia o a determinar la mejor opción terapéutica para el paciente. Fue una experiencia enriquecedora, pero luego decidí que necesitaba unos meses de descanso para concentrarme en otros proyectos científicos. Y en ese punto me encuentro ahora».
Respecto al papel de la mujer en la ciencia, me confesó haber vivido dos realidades: una en Cuba y otra en Chile. En Santiago «no lo he vivido en carne propia, pero noto menos representación de la mujer en el ámbito científico. Por lo mismo, las mujeres desarrollan un carácter y actitud muy fuertes para evitar cualquier tipo de comentario despectivo. En Cuba hay mucho machismo, pero creo que no abarca el ámbito profesional. En mi departamento, en el IPK, la mayoría éramos mujeres, incluidas las jefas. Nunca me sentí discriminada; todo lo contrario».
También conversamos sobre las diferencias entre trabajar en ambos países. «En Cuba había que planificar los experimentos y pruebas con un año de antelación. Acá los vas haciendo en el momento. Compras lo necesario y listo. A pesar de eso, el nivel, la capacidad y la calidad científicas allá es muy elevada. También, el nivel de creatividad. Debido a la falta de recursos, se buscan vías alternativas para hacer las cosas».
En torno a la importancia de las ciencias biomédicas y, a la vez, su lado oscuro también platicamos. Como mujer de ciencias, Celia comprende la importancia que puede tener la experimentación previa en pos de obtener ciertos avances. En el caso de los avances a propósito de la gestión por controlar la COVID-19 se emociona al describirme: «hemos podido, en menos de un año, descifrar la secuencia completa del genoma del virus, hacer estudios epidemiológicos, determinar las vías de transmisión… ha habido muchos avances. Ejemplo de ello, las vacunas».
No obstante, el cuestionamiento ético está siempre presente. «Ya existen muchas formas de testear productos; no necesariamente debe ser en animales y mucho menos si se trata de productos cosmetológicos o de aseo. No es necesario».
Teniendo en cuenta el origen, tanto de las entrevistadas como mío, siempre terminamos estas ciber conversaciones con la pregunta sobre si volveríamos a vivir en Cuba. A ello, Celia me respondió que al irse sí consideraba regresar, pero actualmente su forma de pensar ha cambiado.
«Ahora ya no volvería. Mis aspiraciones personales y profesionales se limitarían mucho. Salir de Cuba hizo que se modificara mi manera de ver la vida. La persona que soy hoy no es en absoluto la persona de hace cinco años. Reconozco que hay cosas buenas allá, pero a la vez siento hay otras que, aunque se hacen con la mejor de las intenciones, no son para nada saludables como lo es esa mentalidad de que todos debemos pensar de la misma manera. Mi esperanza es que mis padres, aunque son felices allá, quieran venir a vivir conmigo a donde sea que me vaya».
De igual modo, habla sobre la vida en Santiago de Chile. «Honestamente, preferiría vivir en una ciudad más tranquila, pequeña, con mucho verde… ojalá tuviera mar; pero ahora estoy bien. Estamos bien. Por el momento no hacemos planes, vivimos día tras día. La pandemia nos ha enseñado eso».
Con esto terminamos la entrevista, pero el diálogo continuó. Hablamos de enfermedades y de salvaciones, debatimos sobre cuestiones éticas. Compartimos proyectos que conjugan aspectos esenciales de la vida de cada una. Y en esas seguimos. Entrelazando ideas, tejiendo formas de apoyo, disfrutando la alegría de conocer a nuevas mujeres que nos comprendan de la manera íntima. Celia no solo es una maravillosa científica, sino también un ser humano profundo.